jueves, enero 19, 2006

CAPÍTULO 28



CAPÍTULO 28


El Peor recuerdo de Snape

POR ORDEN DEL MINISTERIO DE MAGIA



Dolores Jane Umbridge (Gran Inquisidora) ha remplazado a Albus Dumbledore como Director del Colegio Hogwarts de Magia Y Hechicería.Lo anterior es de conformidad con el Decreto Educacional número 28.
Firma: Cornelius Oswald FudgeMinistro de Magia
Las noticias se habían esparcido por toda la escuela durante la noche, pero no se explicaban como cada persona en el castillo parecía saber que Dumbledore había vencido a dos Aurores, a la Gran Inquisidora, al Ministro de Magia, y a su Asistente Junior para escapar. No importaba a que parte del castillo iba Harry al día siguiente, el único tema de conversación era la fuga de Dumbledore, y aunque algunos de los detalles se habían vuelto incorrectos por tanto contarlos (Harry escuchó a una niña de segundo año asegurándole a otra que Fudge estaba en San Mungo con una calabaza por cabeza), era sorprendente cuan correcta era el resto de la información. Todos sabían, por ejemplo, que Harry y Marrieta eran los únicos estudiantes que habían presenciado la escena en la oficina de Dumbledore, y que Marrieta estaba ahora en la enfermería. Harry se encontró siendo asediado constantemente con peticiones para que suministrara información de primera mano.
-Dumbledore estará de regreso dentro de poco- afirmaba Ernie Macmillan confiadamente en su camino de regreso de Herbología, después de escuchar atentamente la historia de Harry-. No pudieron mantenerlo lejos en nuestro segundo año y tampoco van a ser capaces de hacerlo esta vez. El Fraile Gordo me dijo...- bajo la voz misteriosamente de forma que Harry, Ron y Hermione tuvieron que acercarse más para oírlo- ... que esa Umbridge trató de regresar a su oficina la otra noche después que lo habían buscado en el castillo y en los terrenos. No pudo pasar a la gárgola. La oficina de la Dirección se había sellado a si misma contra ella- Ernie sonrió burlonamente-. Aparentemente hizo un pequeño berrinche...
-Oh, era de esperar que realmente fantaseara con sentarse en la oficina del Director- comentó Hermione malignamente, mientras subían los peldaños de piedra hacia el Vestíbulo de Entrada-Señoreando sobre los otros profesores, la estúpida, creída, vieja loca por el poder.....
-¿Realmente quieres terminar esa frase, Granger?
Draco Malfoy, quien estaba tras la puerta, se había deslizado fuera, seguido de cerca por Crabbe y Goyle. Su pálida y puntiaguda cara estaba iluminada con malicia.
-Me temo que le voy a tener que quitar unos cuantos puntos a Gryffindor y a Hufflepuff-declaró arrastrando las palabras.
-Sólo los profesores pueden quitarle puntos a las casas, Malfoy- replicó Ernie de inmediato.
-Sí, nosotros también somos prefectos, ¿recuerdas?- refunfuñó Ron.
-Sé que los prefectos no pueden quitar puntos, Rey Comadreja- se burló Malfoy. Crabbe y Goyle rieron con disimulo-. Pero los miembros de la Patrulla Inquisidora.....
-¿De qué?- preguntó Hermione abruptamente.
-La Patrulla Inquisidora, Granger- repitió Malfoy, señalando a una pequeña “ I “ plateada sobre su túnica, justo debajo de su insignia de prefecto-. Un selecto grupo de estudiantes que apoyan al Ministerio de Magia, personalmente seleccionados por la Profesora Umbridge. En todo caso, los miembros de la Patrulla Inquisidora sí tenemos el poder de quitar puntos... Por la tanto, Granger, te quitaré cinco a ti por hablar mal de nuestra Directora... a Macmillan, cinco por contradecirme... Cinco porque no me caes bien, Potter... Weasley, tu camisa está fuera, por eso voy a quitar otros cinco. Ah sí, se me olvidaba, eres una Sangre Sucia, Granger, diez por eso.
Ron sacó su varita, pero Hermione lo apartó, susurrando:
-¡No!
-Sabia decisión, Granger- ironizó Malfoy-. Nuevo director, nuevos tiempos... Sean buenos ahora, Potty... Rey Comadreja...
Riéndose fuertemente, se alejó a grandes zancadas acompañado por Crabbe y Goyle.
-Estaba fanfarroneando- farfulló Ernie, luciendo consternado-. No le pueden permitir que quite puntos... eso sería ridículo... socavaría totalmente el sistema de prefectos...
Pero Harry, Ron y Hermione habían girado automáticamente hacia los enormes cristales colocados en nichos a lo largo de la pared detrás de ellos, que recordaban los puntos de cada Casa. Gryffindor y Ravenclaw habían estado cabeza a cabeza compitiendo por la punta esa mañana. Ahora, mientras observaban, varias piedras volaban hacia arriba, reduciendo la cantidad en las burbujas inferiores. De hecho, el único reloj que parecía inmutable era el lleno de esmeraldas de Slytherin.
-¿Lo notaron, verdad?- se escuchó la voz de Fred.
George y él acababan de bajar por la escalera de mármol y se habían unido a Harry, Ron, Hermione, y Ernie enfrente de los relojes.
-Malfoy nos acaba de quitar como cincuenta puntos- espetó Harry furibundo , mientras observaba como varias piedras más se escapaban del reloj de Gryffindor.
-Sí, Montague también trató de hacerlo con nosotros durante el descanso- comentó George.
-¿Qué quieres decir con ‘trató’?- preguntó Ron rápidamente.
-Que no pudo decir todas las palabras- explicó Fred- debido a que lo encerramos en el Armario que Desaparece que está en el primer piso.
Hermione se veía muy impactada.
-¡Pero se van a meter en un terrible problema!
-No hasta que Montague reaparezca, y eso podría demorar varias semanas, no sé a donde lo enviamos- replicó Fred tranquilamente-. De todos modos... hemos decidido que ya no nos importa meternos en problemas.
-¿Alguna vez les ha importado?- preguntó Hermione.
-Por supuesto que sí- contestó George-. Nunca nos han expulsado, ¿o sí?
-Siempre hemos sabido cuál era el límite- aseveró Fred.
-Puede que lo hayamos tocado con la punta del pie ocasionalmente- agregó George.
-Pero siempre nos hemos detenido antes de causar un caos real- concluyó Fred.
-¿Pero ahora?- inquirió Ron tentativamente.
-Bueno, ahora.......- musitó George.
-......que Dumbledore ya se fue...- siguió Fred.
-.....consideramos que un poco de caos......- alternó George.
-.......es exactamente lo que nuestra querida nueva Directora se merece- terminó Fred.
-¡No deben!- susurró Hermione-. ¡De verdad no deben! ¡A ella le encantaría tener una razón para expulsarlos!
-No entiendes, Hermione, ¿o sí?- preguntó Fred, sonriéndole-. No nos importa quedarnos aquí. Ya nos hubiéramos ido si no estuviéramos determinados a hacer primero nuestra parte por Dumbledore. En todo caso- verificó su reloj-, la primera fase está a punto de empezar. Si fuera ustedes me iría al Gran Comedor para almorzar, así los profesores verían que no tienen nada que ver con esto.
-¿Nada que ver con qué?- preguntó Hermione ansiosamente.
-Ya verás- contestó George-. Sigan caminando, ahora.
Fred y George dieron la vuelta y desaparecieron entre la nutrida multitud que descendía por las escaleras para almorzar. Luciendo sumamente desconcertado, Ernie murmuró algo sobre terminar la tarea de Transfiguración y se escabulló a toda prisa.
-Creo que nos deberíamos ir de aquí, ya saben- propuso Hermione nerviosamente-.Sólo en caso...
-Sí, está bien- aceptó Ron, y los tres se dirigieron hacia las puertas del Gran Comedor, pero Harry apenas había echado un vistazo al techo cubierto con blancas nubes vaporosas cuando alguien lo golpeó ligeramente en el hombro y, dándose la vuelta, se encontró casi nariz a nariz con Filch, el velador. Retrocedió unos pasos; Filch tenía mejor presencia a la distancia.
-A la directora le gustaría verte, Potter- lo miró de reojo.
-Yo no lo hice- respondió tontamente, pensando en lo que fuera que Fred y George estuvieran planeando. La mandíbula de Filch tembló con una risa silenciosa.
-¿Conciencia culpable, eh?- resolló-. Sígueme...
Harry volteó hacia Ron y Hermione, quienes se veían preocupados. Se encogió de hombros y siguió a Filch hacia el Vestíbulo de Entrada, en contra de la marea de hambrientos estudiantes.
El hombre parecía estar de un muy buen humor; tarareaba en voz baja con sonidos chirriantes mientras ascendían por la escalera de mármol. Cuando alcanzaron el primer rellano, comentó:
-Las cosas están cambiando por aquí, Potter.
-Lo he notado- contestó Harry fríamente.
-Sí... he estado diciéndole a Dumbledore durante años y años que era demasiado blando con todos ustedes- continuó Filch, riéndose perversamente-. Inmundas bestiecillas, nunca hubieran tirado Pelotitas Apestosas si hubieran sabido que yo tenía en mis manos el poder de azotarlos, ¿o sí? Nadie hubiera pensado en arrojar Frisbbes Colmilludos en los corredores si yo hubiera podido colgarlos por los tobillos en mi oficina, ¿eh? Pero cuando el Decreto Educacional Número Veintinueve entre en vigor, Potter, estaré autorizado para hacer ese tipo de cosas... y la Directora le pidió al Ministro que firmara una orden de expulsión para Peeves... oh, las cosas van a ser muy diferentes por aquí ahora que está a cargo.
Obviamente Umbridge había andado largos pasos para tener a Filch de su lado, pensaba Harry, y lo peor de todo era que éste probablemente le suministraría un arma importante; su conocimiento de los pasajes secretos de la escuela y de los lugares para esconderse era el mayor después del de los gemelos Weasley.
-Aquí estamos- miró de reojo a Harry mientras golpeaba tres veces la puerta de la oficina de la Profesora Umbridge y luego empujaba para abrirla-. El chico Potter para verla, señora.
La oficina de Umbridge, tan familiar para Harry debido a sus varias detenciones, era la misma de siempre, excepto por el largo bloque de madera que descansaba al frente de su escritorio y en el que en letras doradas se leía la palabra DIRECTORA; también su Saeta de Fuego y las Barredoras de Fred y George que, observó con dolor, estaban encadenadas y cerradas con un candado a un grueso gancho de hierro en la pared detrás de su escritorio.
Umbridge estaba sentada tras de su escritorio, ocupada escribiendo algo en un pergamino rosa, pero levantó la mirada y sonrió ampliamente ante su entrada.
-Gracias, Argus- dijo dulcemente.
-De nada, señora, de nada- Filch se inclinó todo lo que su reumatismo le permitía, y salió caminando hacia atrás.
-Siéntese- ordenó Umbridge secamente, apuntando hacia una silla.
Harry se sentó. Mientras ella continuaba garabateando por unos momentos, observó unos inmundos gatitos que retozaban en una grabado sobre la cabeza de la Directora, preguntándose que nuevo horror le tenía preparado.
-Bien, ahora- habló finalmente, dejando su pluma y examinándolo con satisfacción, como un sapo que está a punto de tragarse una mosca particularmente jugosa-. ¿Qué le gustaría beber?
-¿Qué?- preguntó Harry, bastante seguro de que había escuchado mal.
-De beber, señor Potter- sonrió aún más ampliamente-. ¿Té? ¿Café? ¿Jugo de calabaza?
Mientras nombraba cada bebida, agitó un poco su varita, y una taza o un vaso con diferentes bebidas aparecieron sobre su escritorio.
-Nada, gracias- contestó Harry.
-Deseo que beba algo conmigo- solicitó, su voz volviéndose peligrosamente dulce-.Elija uno
-Bueno... té entonces- aceptó Harry, encogiéndose de hombros.
Ella se puso de pie y simuló agregar leche dándole la espalda a Harry. Luego rodeó presurosa su escritorio sosteniendo la taza, con una sonrisa siniestramente dulce.
-Aquí tiene- le entregó la taza-. Bébaselo antes que se enfríe. Bien, ahora, señor Potter... creo que debemos tener una pequeña charla después de los inquietantes eventos de anoche.
Harry no dijo nada. Ella se acomodó en su asiento y esperó. Después de un buen rato de silencio, apuntó alegremente
-¡No se lo está bebiendo!
Alzó la taza hacia sus labios y después, repentinamente, la bajó. Uno de los gatitos horriblemente pintados detrás de Umbridge tenía grandes y redondos ojos azules iguales al de Ojo-Loco Moody, y entonces se le ocurrió lo que diría Ojo-Loco si escuchara que Harry había bebido cualquier cosa ofrecida por un enemigo conocido.
-¿Qué pasa?- interrogó Umbridge, quien lo seguía observando de cerca-. ¿Quiere azúcar?
-No- contestó Harry.
Se llevó la taza a los labios otra vez y pretendió darle un sorbo, a pesar de mantener su boca bien cerrada. La sonrisa de Umbridge se amplió.
-Bien- murmuró-.Muy bien. Entonces ahora...- Se inclinó un poco hacia delante-.¿Dónde está Albus Dumbledore?”
-Ni idea- replicó Harry prontamente.
-Beba más, beba más- insistió, aún sonriendo-. Ahora, Señor Potter, dejemos los juegos infantiles. Sé que sabe adónde se fue. Usted y Dumbledore han estado juntos en esto desde el principio. Considerando su posición, Señor Potter...
-No sé dónde está- repitió Harry.
Pretendió beber otra vez. Ella lo estaba viendo muy de cerca.
-Muy bien- susurró, a pesar de que se veía disgustada-. En ese caso, tendría la amabilidad de decirme el paradero de Sirius Black.
El estómago de Harry se retorció y la mano que sostenía su taza de té tembló de modo que la vasija vibró en su platito. La movió la taza hacia su boca con los labios apretados, de forma que algo del caliente líquido se deslizó hasta su túnica.
-No sé- contestó, demasiado rápido.
-Señor Potter- dijo Umbridge- déjeme recordarle que fui yo la que casi atrapó al criminal Black en la chimenea de Gryffindor en Octubre. Sé perfectamente bien que era con usted con quien estaba reuniéndose y si tuviera alguna prueba ninguno de los dos estaría libre hoy, se lo juro. Le repito, Señor Potter... ¿Dónde está Sirius Black?
-Ni idea- declaró Harry fuertemente-. No tengo ni una pista.
Se miraron fijamente uno al otro durante tanto tiempo que Harry sintió que sus ojos lagrimeaban. Entonces ella se puso de pie.
-Muy bien, Potter, confiaré en su palabra por esta vez, pero le advierto: El poder del Ministerio está detrás de mí. Todos los canales de comunicación dentro y fuera de esta escuela están bajo monitoreo. Un Regulador de la Red Floo mantiene vigilada cada hoguera de Hogwarts, excepto la mía, por supuesto. Mí Patrulla Inquisidora está abriendo y leyendo todos los correos que entran y salen de este lugar. Y el Señor Filch está controlando todos los pasajes secretos dentro y fuera del castillo. Si encuentro una pizca de evidencia...
¡BOOM!
El mismísimo piso de la oficina tembló; Umbridge se tambaleó, aferrándose al escritorio para apoyarse, y luciendo impactada.
-¿Qué fue........?
Miró hacia la puerta; Harry aprovecho la oportunidad para vaciar su casi intacta taza de té en la maceta de flores secas más cercana. Podía escuchar gente corriendo y gritando varios pisos más abajo.
-¡Vete a almorzar, Potter!- ordenó Umbridge, levantando su varita y saliendo rápidamente de la oficina. Harry le dio unos segundos de margen y después se apresuró tras ella para ver cual era la fuente de todo ese alboroto.
No fue difícil encontrarla. Un piso más abajo reinaba el caos. Alguien (y Harry tenía una muy sutil idea de quién) había hecho estallar lo que parecía ser un enorme cajón con fuegos artificiales hechizados.
Dragones completamente formados por chispas verdes y doradas volaban arriba y abajo por los corredores, emitiendo muy fuertes y agresivos estallidos y detonaciones. Ruedas Giratorias profundamente rosa de cinco pies de diámetro estaban zumbando letalmente por el aire como multitud de platillos voladores. Cohetes con largas colas de brillantes estrellas plateadas rebotaban en las paredes. Centellas escribían maldiciones en el aire por voluntad propia. Petardos explotaban como minas por cualquier lado al que Harry mirara, y en lugar de quemarse, agotándose las luces o los siseos, estos milagros pirotécnicos parecían ganar en energía y en ímpetu mientras más tiempo transcurría.
Filch y Umbridge estaban parados, aparentemente paralizados por el horror, a la mitad de las escaleras. Mientras Harry observaba, una de las ruedas más grandes decidió que necesitaba más espacio para maniobrar; giró hacia Umbridge y Filch con un siniestro wheeeeeeeeeee. Ambos gritaron con miedo, la esquivaron y ésta salió zumbando por la ventana atrás de ellos y cruzó los terrenos. Mientras tanto, varios de los dragones y un enorme murciélago púrpura que humeaba de manera abominable, tomaron ventaja de la puerta abierta al final del corredor para escapar hacia el segundo piso.
-¡Apúrate, Filch, apúrate!- chilló Umbridge-. Estarán por toda la escuela a menos que hagamos algo. ¡Stupefy!”
Un rayo de luz roja salió de la punta de su varita y golpeó uno de los cohetes, En lugar de congelarse en medio del aire, explotó con tal fuerza que abrió un agujero en el retrato de una bruja con apariencia sensiblera que estaba en medio de una pradera; ella corrió justo a tiempo, reapareciendo segundos más tarde apretujada en la pintura de al lado, donde un par de magos que jugaban cartas se pararon rápidamente para hacerle un lugar.
-¡No los aturdas, Filch!- gritó Umbridge furiosa, aunque todo el mundo pensaba que éste había sido su conjuro.
-¡Tiene razón, Directora!- respondió Filch, a quien por ser un Squib le hubiera resultado más fácil tragarse los fuegos artificiales que aturdirlos. Se arrojó hacia una alacena cercana, sacó una escoba, y empezó a golpearlos en el aire; en segundos la cabeza de la escoba estaba en llamas.
Harry había visto bastante. Riéndose, se agazapó y corrió hacia la puerta que sabía estaba oculta detrás del tapiz un poco más allá en el corredor y se deslizó a través de este para encontrar a Fred y a George escondiéndose justo ahí, escuchando los gritos de Umbridge y de Filch y temblando con contenida alegría.
-Impresionante- susurró quedamente Harry, sonriendo-. Muy impresionante... van a sacar al Doctor Filibuster del negocio sin problema...
-Salud- murmuró Fred, limpiándose de la cara las lágrimas de risa-. Ah, espero que trate de desvanecerlos... Se multiplican por diez cada vez que lo intentas...
Esa tarde, los fuegos artificiales continuaron quemándose y esparciéndose por toda la escuela. A pesar de que causaron una gran interferencia, especialmente los petardos, a los demás profesores parecía no importarles mucho.
-¡Uy!¡Uy!- exclamó la Profesora McGonagall burlonamente, mientras uno de los dragones volaba alrededor de su salón, emitiendo grandes explosiones y echando fuego-. Señorita Brown, ¿le importaría ir con la Directora e informarle que tenemos un fuego artificial fugado en el salón?
Como conclusión de todo esto, la Profesora Umbridge pasó su primera tarde como Directora recorriendo toda la escuela en respuesta a los llamados de los demás profesores, ninguno de los cuales parecía ser capaz de deshacerse de los fuegos artificiales sin su ayuda. Cuando sonó la última campanada y los estudiantes se dirigían hacia la Torre Gryffindor con sus mochilas, Harry vio, con inmensa satisfacción, a Umbridge, despeinada y cubierta de hollín, saliendo tambaleante y sudorosa, del salón del Profesor Flitwick.
-¡Muchas gracias, Profesora!- dijo el Profesor Flitwick en su pequeña y aguda voz-. Podía haberme desecho yo mismo de las centellas, por supuesto, pero no estaba seguro si tenía o no autoridad.
Y radiante, cerró la puerta del salón en su malhumorada cara.
Esa noche, Fred y George eran héroes en la sala común de Gryffindor. Hasta Hermione peleó su camino a través de la emocionada multitud para felicitarlos.
-Fueron unos maravillosos fuegos artificiales- admitió con admiración.
-Gracias- George se veía sorprendido y satisfecho-. Petardos Relampagueantes Weasley. El único problema es que usamos todo nuestro stock, tendremos que empezar a rasguñar nuevamente.
-Pero valió la pena- terció Fred, que tomaba las órdenes de los vociferantes Gryffindors-. Si quieres agregar tu nombre a la lista de espera, Hermione, son cinco Galeones por el paquete de Llamaradas Básicas y veinte por el de Deflagración de Lujo.
Hermione regresó a la mesa en donde Harry y Ron estaban sentados observando atentamente sus mochilas como si esperaran que su tarea saliera y empezar a hacerse sola.
-Oh, ¿por qué no nos tomamos la noche libre?- propuso Hermione radiante, mientras un cohete cola plateada Weasley zumbaba al pasar por la ventana-. Después de todo, las vacaciones de Semana Santa empiezan el Viernes, tendremos suficiente tiempo entonces.
-¿Te sientes bien?- le preguntó Ron, mirándola incrédulo.
-Ahora que lo mencionas- comentó Hermione feliz-, saben, creo que me estoy sintiendo un poco... rebelde.
Harry todavía podía escuchar las distantes explosiones de los petardos que seguían sueltos cuando él y Ron se fueron a la cama una hora después, y mientras se desvestía, una bengala flotó por la torre, aún deletreando resueltamente la palabra DEMASIADO.
Se metió a la cama, bostezando. Sin sus lentes, los ocasionales cohetes que pasaban por la ventana se volvieron borrosos, viéndose como nubes chispeantes, hermosas y misteriosas contra el oscuro cielo. Se giró hacia un lado, preguntándose cómo se estaría sintiendo Umbridge en su primer día en el trabajo de Dumbledore, y cómo reaccionaría Fudge cuando se enterara que la escuela había pasado la mayor parte del día en un estado de absoluta desorganización... Sonriendo para si mismo, cerró los ojos.
Los sonidos de estallidos y explosiones provocados por los fuegos artificiales en los terrenos parecían hacerse cada vez más distantes... o quizás él simplemente estaba alejándose a toda velocidad de ellos.
Había caído justo en el corredor que conducía al Departamento de Misterios. Se dirigía rápidamente hacia la lisa puerta negra... que se abra... que se abra...
Se abrió. Estaba dentro de la habitación circular rodeada de puertas... La cruzó, puso sus manos en una puerta idéntica, y empujó hacia adentro.
Ahora estaba en una habitación larga, rectangular, lleno de un extraño traqueteo mecánico. Había danzantes manchas de luz en las paredes, pero no se detuvo a investigar... Tenía que seguir adelante....
Había una puerta al fondo... la cual también se abrió con su toque...
Ahora estaba en un cuarto débilmente iluminado, tan alto y tan ancho como una iglesia, sin otra cosa que filas y filas de imponentes estantes, cada uno cargado de pequeñas, polvorientas, giratorias esferas de cristal ... Ahora el corazón de Harry estaba latiendo acelerado por la excitación.. Sabía a dónde ir... corrió hacia delante, pero sus pisadas no hacían ningún ruido en el enorme y desierto cuarto...
Había algo en este recinto que deseaba muchísimo...
Algo que quería... o que alguien más quería...
Su cicatriz le estaba doliendo...
¡BANG!
Harry se despertó instantáneamente, confundido y enojado. El oscuro dormitorio estaba lleno del sonido de risas.
-¡Genial!- exclamó Seamus, cuya silueta se dibujaba contra la ventana-.¡Creo que una de esas ruedas giratorias chocó contra un cohete y parece que se unieron, vengan a ver!
Harry escuchó a Ron y a Dean salir de la cama para tener una mejor vista. Se quedó quieto y en silencio mientras el dolor en su cicatriz disminuía y la decepción lo inundaba. Sentía como si un maravilloso regalo le hubiera sido arrebatado en el último momento... había estado tan cerca esta vez...
Cerditos resplandecientes, con alas rosas y plateadas, pasaban volando por las ventanas de la Torre Gryffindor. Harry se quedó acostado mientras escuchaba el alboroto de otros Gryffindors en los dormitorios de abajo. Su estómago se revolvió mientras recordaba que tenía Oclumencia la siguiente tarde...
**************
Harry se pasó todo el día siguiente temiendo lo que Snape iba a decir cuando se diera cuenta que tan lejos había penetrado dentro del Departamento de Misterios durante su último sueño. Con una oleada de culpa se dio cuenta que no había practicado Oclumencia ni una vez desde su última clase: Habían pasado muchas cosas desde que Dumbledore se había ido. Estaba seguro que no hubiera sido capaz de vaciar su mente aunque lo hubiera intentado. Dudó, de todos modos, si Snape aceptaría esa excusa...
Intentó una práctica de último momento durante las clases de ese día, pero no servía de nada, porque Hermione se la pasaba preguntándole que estaba mal cada vez que guardaba silencio intentando deshacerse de todo pensamiento y emoción y, en todo caso, el mejor momento para vaciar su cerebro no era mientras los profesores estaban lanzando preguntas de repaso a la clase.
Resignado a lo peor, se dirigió hacia la oficina de Snape después de cenar. A la mitad del Vestíbulo de Entrada, sin embargo, Cho se le acercó apresuradamente.
-Por aquí- señaló Harry, gustoso de tener una razón para posponer su encuentro con Snape y llevándola hasta un rincón del Vestíbulo donde estaban los enormes relojes de cristal. El de Gryffindor estaba ahora casi vacío-. ¿Estás bien? ¿Umbridge no te ha estado preguntando acerca del AD, o sí?
-Oh, no- respondió Cho apresuradamente-. No, era sólo... bueno, sólo quería decir... Harry, nunca me imaginé que Marrieta fuera a contar...
-Sí, bien- musitó Harry malhumorado. Sentía que Cho podría haber elegido más cuidadosamente a sus amigas. Era un pequeño consuelo que según lo último que había escuchado, Marrieta seguía en la enfermería y Madame Pomfrey no había podido lograr la menor mejora en sus barros.
-De verdad es una persona adorable- la disculpó Cho-. Sólo cometió un error......
Harry la miró con incredulidad.
¿Una persona adorable que cometió un error? ¡Nos vendió a todos, incluyéndote a ti!
-Bueno... pudimos escapar, ¿o no?- susurró Cho suplicando-. Sabes, su mamá trabaja para el Ministerio, es muy difícil para ella......
-¡El papá de Ron trabaja también para el Ministerio!- exclamó Harry furiosamente-. Y en el caso de que no te hayas dado cuenta, no tiene escrito ‘SOPLON’ en su cara....
-Ese fue un horrible truco de Hermione Granger- declaró Cho ferozmente-. Nos hubiera advertido que había hechizado esa lista........
-Creo que fue una brillante idea- aseveró Harry fríamente. Cho se puso roja y sus ojos se volvieron más brillantes.
-Ah sí, me olvidaba......por supuesto, como fue idea de la querida Hermione........
-No empieces a llorar otra vez- le advirtió Harry.
-¡No iba a llorar!- gritó ella.
-Sí... bueno... bien- dijo Harry-. Ya tengo suficiente con que lidiar en este momento.
-¡Entonces ve y arréglatelas con eso!- replicó con furia, dándose la vuelta y alejándose.
Echando humo, Harry bajó las escaleras hacia el calabozo de Snape, y a pesar de que sabía por experiencia cuan fácil sería para el Profesor de Pociones penetrar en su mente si llegaba enojado y resentido, todo lo que logró pensar antes de llegar a la puerta del calabozo fue en muchas otras cosas que debería haberle dicho a Cho sobre Marrieta
-Llegas tarde, Potter- señaló Snape fríamente, mientras Harry cerraba la puerta detrás de él.
Snape estaba dándole la espalda, retirando, como era habitual, algunos de sus pensamientos y poniéndolos cuidadosamente en el Pensadero de Dumbledore. Soltó la última hebra plateada en la vasija de piedra y se volteó hacia Harry.
-Entonces- preguntó-.¿Has estado practicando?
-Sí- mintió Harry, observando detenidamente una de las patas del escritorio de Snape.
-Bueno, pronto lo averiguaremos, ¿o no?- musitó suavemente Snape-. Varita afuera, Potter.
Harry se movió a su posición acostumbrada, frente a Snape con el escritorio entre ellos. Su corazón latía con rapidez debido a la ira contra Cho y la ansiedad por lo que Snape iba a extraer de su mente.
-Entonces a la cuenta de tres- expresó Snape perezosamente-. Uno....dos......
La puerta de la oficina se abrió de repente y Draco Malfoy entró.
-Profesor Snape, señor.....oh.....disculpe....
Malfoy estaba mirando con sorpresa a Snape y a Harry.
-Todo está bien, Draco- lo tranquilizó Snape, bajando su varita-. Potter está aquí para un poco de Pociones Curativas.
Harry no había visto a Draco tan alegre desde que Umbridge había ido a inspeccionar a Hagrid.
-No sabía- comentó, mirando de reojo a Harry, quien sentía que su cara estaba ardiendo. Habría dado cualquier cosa con tal de poder gritarle la verdad a Malfoy.......o, aún mejor, atacarlo con un buen hechizo.
-¿Bien, Draco, de qué se trata?- preguntó Snape.
-Es la Profesora Umbridge, señor........necesita su ayuda- explicó Malfoy-. Encontraron a Montague, señor. Apareció atorado dentro de un baño en el cuarto piso.
-¿Cómo se metió ahí?- demandó Snape.
-No sé, señor, está un poco confundido...
-Muy bien, muy bien..... Potter- informó Snape-, terminaremos esta lección mañana en la tarde.
Se dio la vuelta y salió de su oficina. Antes de seguir a Snape, Malfoy vocalizó “¿Pociones Curativas?” mirando a Harry.
Enfurecido, Harry regresó su varita al interior de su túnica y se dispuso a salir de la habitación. Al menos contaba con otras veinticuatro horas para practicar; sabía que tenía que sentirse agradecido por el estrecho respiro conseguido, pero era difícil de soportar que fuera a expensas de que Malfoy le dijera a toda la escuela que necesitaba Pociones Curativas.
Estaba en la puerta de la oficina cuando lo vio: un parche de luz vibrante danzando en el marco de la puerta. Se detuvo, permaneció de pie observándolo, rememorando algo...... entonces recordó: se parecía en cierto modo a las luces que había visto en su sueño de la otra noche, las luces del segundo cuarto por el que había caminado en su viaje al Departamento de Misterios.
Giró en redondo. La luz venía del Pensadero que estaba en el escritorio. El contenido de un blanco plata fluía y giraba dentro. Los pensamientos de Snape..... cosas que no quería que Harry viera si rompía accidentalmente sus defensas internas.
Fijó su mirada en el Pensadero, la curiosidad brotando en su interior... ¿qué era eso que Snape estaba tan interesado en esconderle a Harry?
Las plateadas luces vibraban en la pared... se movió dos pasos hacia el escritorio, profundamente concentrado. ¿Podría acaso ser información acerca del Departamento de Misterios que Snape estaba determinado a ocultarle?
Miró sobre su hombro, su corazón golpeando más fuerte y más rápido que nunca. ¿Cuánto se tardaría Snape en sacar a Montague del baño? ¿Después de eso vendría directo a su oficina, o lo acompañaría a la enfermería? Seguramente lo último... Montague era Capitán del equipo de Quidditch de Slytherin, querría asegurarse que estuviera bien.
Caminó los pocos pies que le separaban del Pensadero y se detuvo frente a éste, mirando hacia sus profundidades. Dudó, escuchando, entonces sacó su varita nuevamente. La oficina y el corredor más allá estaban en completo silencio. Le dio un golpecito al contenido del Pensadero con la punta de su varita.
La sustancia plateada empezó a girar muy rápido. Harry se inclinó sobre el recipiente y vio que se había vuelto transparente. Estaba, una vez más, mirando hacia abajo, al interior de una habitación como si fuera a través una ventana circular en el techo... de hecho, a menos que estuviera muy equivocado, estaba viendo hacia el Gran Comedor.
Su respiración estaba empañando la superficie de los pensamientos de Snape... su cerebro parecía estar en el limbo... sería una locura realizar lo que estaba tentado a hacer ..... estaba temblando... Snape podría regresar en cualquier momento... pero Harry pensó en la ira de Cho, en la burlona cara de Malfoy, y una imprudente audacia se apoderó de él.
Tomó una gran bocanada de aire y hundió su cara en la superficie de los pensamientos de su profesor. En ese momento, el piso de la oficina se tambaleó, volcando a Harry de cabeza en el Pensadero.
Caía a través de una fría oscuridad, girando furiosamente mientras bajaba, y entonces.....
Estaba parado en medio del Gran Comedor, pero las cuatro mesas de las Casas no estaban. En su lugar había más de cien pequeñas mesas, todas orientadas en la misma dirección, y en cada una se sentaba un estudiante, con la cabeza inclinada, escribiendo en un rollo de pergamino. El único sonido era el raspar de las plumas y el ocasional crujido cuando alguien ajustaba su pergamino. Era claramente época de exámenes.
Los rayos del sol entraban por las ventanas más altas hasta recalar en las inclinadas cabezas, que brillaban castaño, cobre y dorado en la brillante luz. Harry observó alrededor cuidadosamente. Snape tenía que estar por ahí en algún lado.. estos eran sus recuerdos.
Y ahí estaba, en una mesa justo atrás de Harry. Lo miró fijamente. El Snape adolescente lucía pálido y demacrado, como una planta guardada en la oscuridad. Su pelo era lacio y grasoso y caía sobre la mesa, su nariz ganchuda apenas a media pulgada de la superficie del pergamino mientras garabateaba. Caminó hasta colocarse detrás de Snape y leyó el encabezado del examen:
DEFENSA CONTRA LAS ARTES OSCURAS
TITULO INDISPENSABLE DE MAGIA ORDINARIA
Así que el profesor debía tener quince o dieciséis, más o menos la edad de Harry. Su mano estaba volando a través del pergamino; había escrito por lo menos un pie más que sus vecinos más cercanos, y eso que su letra era minúscula y apretada.
-¡Cinco minutos más!
La voz hizo saltar a Harry; volteándose, vio la punta de la cabeza del Profesor Flitwick moviéndose entre los escritorios a poca distancia. El Profesor Flitwick estaba pasando a un muchacho con un desordenado pelo negro... muy desordenado pelo negro...
Harry se movió tan rápidamente que, de hacer sido sólido, hubiera volcado varios escritorios. En lugar de eso pareció deslizarse, como en sueños, cruzando dos pasillos entre mesas y llegando a un tercero. La parte posterior de la cabeza del muchacho de pelo negro se acercaba más y más... Se estaba enderezando, bajando su pluma, acercando su rollo de pergamino hacia si como para releer lo que había escrito.
Harry se detuvo enfrente del escritorio y vio asombrado a su padre con quince años de edad.
La emoción explotó en la base de su estómago: era como estarse viendo a si mismo, pero con ciertas inexactitudes. Los ojos de James eran color avellana, su nariz un poco más grande que la de Harry, y no había cicatriz en su frente, pero tenían la misma cara delgada , la misma boca, las mismas cejas. El pelo de James se paraba atrás justo como el de Harry, sus manos podrían haber sido las de Harry, y esté pudo haber jurado, cuando James se paró a su lado, que en estatura se diferenciaban por apenas una pulgada.
James bostezó ampliamente y se desgreñó el pelo, desordenándolo aún más que antes. Entonces, con un vistazo hacia el Profesor Flitwick, se dio la vuelta en su asiento y le sonrió a un muchacho que estaba sentado cuatro asientos atrás de él.
Con otro impacto de emoción, Harry vio a Sirius hacerle una señal a James con los pulgares hacia arriba. Sirius estaba haraganeando en su silla tranquilamente, recargándola sobre dos patas. Era muy bien parecido; su pelo negro caía sobre sus ojos con cierta clase de elegancia casual que ni James ni Harry hubieran podido lograr jamás, y una chica sentada detrás lo atisbaba esperanzadamente, aunque él parecía no notarlo. Y dos asientos más allá de esta niña, el estómago de Harry se volvió a retorcer agradablemente, estaba Remus Lupin. Se veía muy pálido y delgado (¿se estaría acercando la luna llena?) y estaba sumergido en el examen: Mientras releía sus respuestas se rascaba la barbilla con la punta de su pluma, frunciendo el ceño ligeramente.
Eso significaba que Colagusano debía estar en algún lugar por ahí también... y así era, Harry lo localizó a los pocos segundos: un pequeño chico con pelo de ratón y nariz puntiaguda. Colagusano lucía ansioso; se estaba mordiendo las uñas, mirando fijamente su examen, golpeando el suelo con las puntas de sus pies. De vez en cuando miraba esperanzado la prueba de su vecino. Harry le clavó los ojos por un momento, luego regreso su atención a James, que estaba garabateando en un pedazo del pergamino. Había dibujado una Snitch y ahora estaba trazando las letras L.E. ¿Qué significaría?
-¡Plumas abajo, por favor!- chilló el Profesor Flitwick-. ¡Eso va para ti también, Stebbins! ¡Por favor permanezcan sentados mientras recojo sus pergaminos! ¡Accio!
Más de cien rollos de pergamino zumbaron en el aire dirigiéndose hacia los brazos extendidos del Profesor Flitwick, lanzándolo al suelo. Muchas personas rieron. Un par de estudiantes de los escritorios delanteros se pararon, sujetaron al Profesor Flitwick debajo de los codos, y lo levantaron otra vez.
-Gracias... gracias- suspiró el profesor-. ¡Muy bien, todos, ya se pueden ir!
Harry miró a su padre quien, después de tachar precipitadamente las iniciales L.E. que había estado adornando, se puso de pie, metió su pluma y la hoja de preguntas del examen en su mochila, la colgó a su espalda, y se quedó esperando a que Sirius se le uniera.
Harry miró alrededor y divisó a Snape brevemente mientras se alejaba, moviéndose entre las mesas hacia las puertas del Vestíbulo de Entrada, aún absorto en su propio examen. De hombros caídos aunque angular, caminaba nervioso, de manera que recordaba a una araña, su aceitoso pelo columpiándose sobre su cara.
Una pandilla de chicas parlanchinas separó a Snape de James, Sirius y Lupin, y plantándose en medio de este grupo, Harry pudo seguir observando a Snape mientras sus oídos trataban de percibir las voces de James y sus amigos.
.¿Te gustó la pregunta diez, Lunático?- preguntó Sirius mientras salían al Vestíbulo de Entrada.
-Me encantó- afirmó Lupin con vivacidad-. ‘Mencione cinco señales que identifican a un hombre lobo.’ Excelente pregunta.
-¿Crees que tengas todas las señales?- interrogó James en un tono de falsa preocupación.
-Pienso que sí- contestó Lupin con seriedad, mientras se unían a la multitud que se encontraba en las puertas ansiosa de salir a los soleados terrenos-. Uno: Está sentado en mi silla. Dos: Está usando mi ropa. Tres: Su nombre es Remus Lupin...
Colagusano fue el único que no se rió.
- Yo contesté la forma del hocico, las pupilas de los ojos, y la cola copetuda- comentó ansiosamente- pero no se me ocurrió nada más......
-¿Qué tan estúpido eres, Colagusano?- exclamó James con impaciencia. Convives con un hombre lobo una vez al mes.....
-Baja la voz- imploró Lupin.
Harry miró hacia atrás con inquietud. Snape se encontraba muy cerca, todavía ensimismado en las preguntas de su examen....... pero estos eran los recuerdos de Snape, y Harry estaba convencido que si elegía deambular en una dirección diferente una vez estuvieran fuera del castillo, él no podría seguir a James más lejos. Para su intenso alivio, sin embargo, cuando James y sus tres amigos caminaron por el césped hacia la orilla del lago, Snape los siguió, todavía absorto en su prueba y aparentemente sin la menor idea de adonde iba. Manteniéndose un poco delante de él, Harry pudo conservar un contacto cercano con James y los otros.
-Bueno, creo que ese examen estuvo regalado- oyó decir a Sirius-. Me sorprendería si no saco por lo menos ‘Sobresaliente’.
-Yo también- agregó James. Metió la mano a su bolsillo y sacó una luchadora Snitch dorada.
-¿De dónde la sacaste?
-La hurté- contestó James en tono casual. Empezó a jugar con la Snitch, dejándola volar como a un pie de distancia antes de atraparla nuevamente; sus reflejos eran excelentes. Colagusano lo miraba pasmado.
Se detuvieron en la sombra del mismo árbol en la orilla del lago en donde Harry, Ron y Hermione habían pasado un Domingo acabando su tarea, y se acostaron sobre el césped. Harry volvió a mirar sobre su hombro y observó, para su deleite, que Snape se había sentado en el pasto bajo la densa sombra de varios arbustos. Seguía profundamente sumergido en su examen del T.I.M.O., lo que daba libertad a Harry para sentarse en el pasto entre el haya y los arbustos y observar al cuarteto bajo el árbol. La luz del sol reflejada sobre la suave superficie del lago, encandilaba la banca en la que un grupo de risueñas chicas que acababan de abandonar el Gran Comedor se sentaban sin zapatos ni calcetines, refrescando sus pies en el agua.
Lupin había sacado un libro y estaba leyendo. Sirius fijó la vista en los estudiantes que estaban en el pasto, luciendo muy altanero y aburrido, pero aún así muy bien parecido. James seguía jugando con la Snitch, dejándola zumbar más y más lejos, casi escapándose, pero siempre atrapándola en el último momento. Colagusano lo observaba con la boca abierta. Cada vez que James hacía una atrapada particularmente difícil, éste jadeaba y aplaudía. Después de cinco minutos, Harry se preguntó por qué James no le decía a Colagusano que se controlara, pero James parecía estar disfrutando con su atención. Harry notó que su padre tenía el hábito de estrujarse el cabello, aunque lo tenía extremadamente limpio, y también que continuaba mirando a las chicas que estaban por la orilla del agua.
-Guarda eso, ¿quieres?- pidió finalmente Sirius, mientras James hacía una muy buena atrapada y Colagusano vitoreaba emocionado-, antes que Colagusano se moje de la emoción.
El aludido se sonrojó un poco pero James sonrió.
-Si esto te molesta- aceptó, metiendo a la Snitch otra vez a su bolsillo. Harry tenía la impresión de que Sirius era el único por el cual James dejaría de presumir.
-Estoy aburrido- masculló Sirius-. Como quisiera que hubiera Luna Llena.
-Pues- declaró Lupin misteriosamente desde atrás de su libro-. todavía tenemos Transfiguración, si estás aburrido puedes ponerme a prueba... Aquí tienes-, y le tendió el libro.
Sirius resopló.
-No necesito ver esas tonterías, lo sé todo.
-Esto te despertará, Canuto- susurró James quedamente-. Mira quien es.
Sirius giró la cabeza. Se quedó muy quieto, como un perro que acaba de oler a un conejo.
-Excelente- dijo suavemente.- Snivellus.
Harry se dio la vuelta para ver qué estaba viendo Sirius.
Snape estaba de pie nuevamente, y guardaba su prueba del T.I.M.O. en su mochila. Mientras salía de debajo de las sombras de los arbustos y se iba caminando por el pasto, Sirius y James se levantaron.
Lupin y Colagusano se quedaron sentados: Remús continuaba con la vista fija en el libro, aunque sus ojos no se movían y una débil línea había aparecido entre sus cejas. Colagusano estaba observando a Sirius, James y Snape con una mirada de ávida anticipación en su rostro.
-¿Todo bien, Snivellus?- preguntó James en voz alta.
Snape reaccionó tan rápido que fue como si hubiera estado esperando un ataque: tirando su mochila, hundió su mano dentro de su túnica, y su varita estaba en mitad del aire cuando James gritó:
-¡Expelliarmus!
La varita de Snape salió volando unos doce pies y cayó con un pequeño ruido en el pasto detrás de él. Sirius soltó una ladrido de risa y luego gritó:
-¡Impedimenta!- apuntando su varita hacia Snape, quien cayó al piso, a medio camino hacia su varita caída.
Todos los estudiantes de los alrededores habían volteado a ver. Algunos se habían puesto de pie y se estaba acercando. Unos lucían aprehensivos, otros entretenidos.
Snape yacía jadeando en el piso. James y Sirius avanzaron hacia él, con las varitas levantadas, y James mirando sobre su hombro a las chicas que estaban en la orilla del lago. Colagusano también se había levantado, observando ávidamente, rodeando a Lupin para tener una mejor vista.
-¿Cómo te fue en el examen, Snivelly- preguntó James.
-Lo estuve observando, su nariz estaba tocando el pergamino- se burló Sirius malignamente-. Van a encontrar grandes manchas de grasa sobre este, no van a poder leer ni una palabra.
Varios espectadores rieron; Snape era claramente impopular. Colagusano rió disimuladamente en un tono agudo. Snape estaba tratando de enderezarse, pero el hechizo aún estaba funcionando en él; estaba forcejeando, como si estuviera amarrado por cuerdas invisibles.
-Espérate.......jadeó, clavando sus ojos en James con una expresión de odio puro-. ¡Espérate.!
¿Esperar a qué?- preguntó Sirius fríamente-.¿Qué vas a hacer ahora, Snivelly, frotar tu nariz en nosotros?
Snape soltó una mezcla de blasfemias y hechizos, pero como su varita estaba a diez pies de distancia nada pasó.
-Lávate la boca- ordenó James fríamente-. ¡Scourgify!
Burbujas rosas de jabón fluyeron de la boca de Snape; la espuma estaba cubriendo sus labios, silenciándolo, ahogándolo......
-¡Déjalo EN PAZ!
James y Sirius voltearon a ver. La mano libre de James fue directamente a su pelo una vez más.
Era una de las chicas de la orilla del lago. Tenía un espeso y oscuro pelo rojo que caía hasta sus hombros y unos ojos almendrados impresionantemente verdes.... los ojos de Harry.
La madre de Harry...
-¿Todo bien, Evans?- pregunto James, y su tono de voz era repentinamente agradable, más profundo, más maduro.
-Déjalo en paz- repitió Lily. Miraba a James con todas las señales de una gran repugnancia-. ¿Qué te ha hecho?
-Bueno- musitó James, aparentemente pensando el punto-, es más el hecho de que existe, si sabes a lo que me refiero...
Varios de los estudiantes que les rodeaban se rieron nuevamente, Sirius y Colagusano incluidos, pero Lupin, aparentemente sumergido en su libro, no lo hizo, y tampoco Lily.
-Crees que eres gracioso- comentó fríamente-. Pero sólo eres un arrogante fanfarrón, Potter. Déjalo en paz.
-Lo dejo si sales conmigo, Evans- propuso rápidamente James-. Vamos... sal conmigo, y nunca volveré a poner mi varita sobre el viejo Snivelly.
Detrás de él, el Hechizo Obstaculizador estaba finalizando. Snape se empezaba a mover hacia su varita caída, escupiendo jabón mientras se arrastraba.
-No saldría contigo ni aunque tuviera que elegir entre tú y el calamar gigante- aseveró Lily.
-Mala suerte, Cornamenta- se burló Sirius vivamente, girando hacia Snape-. ¡EY!
Pero era demasiado tarde; Snape había dirigido su varita hacia James; hubo un rayo de luz y una cortada apareció en un lado de la cara del papá de Harrrry, salpicando su túnica de sangre. James giró; otro rayo de luz salió, entonces Snape se encontró flotando de cabeza en el aire, su túnica cayendo sobre su cabeza para revelar sus flacas y pálidas piernas y un par de grises calzoncillos.
Muchas personas de la pequeña multitud vitorearon. Sirius, James y Colagusano rugieron con la risa.
Lily, cuya furiosa expresión se había cambiado por un instante dando la impresión de que fuera a sonreír, ordenó:
-¡Bájalo de ahí!
-Por supuesto- James agitó bruscamente su varita hacia arriba. Snape cayó en un arrugado montón sobre el suelo. Desenredándose de su túnica, se enderezó rápidamente, varita preparada, pero Sirius exclamó, “¡Petrificus totalus!” y Snape se desplomó otra vez, tieso como una tabla.

-¡DÉJENLO EN PAZ!- gritó Lily. Ahora tenía su varita afuera. James y Sirius la observaron con cautela.
-Ah, Evans, no me obligues a hechizarte- pidió James seriamente.
-¡Entonces quítale el hechizo!
James suspiró profundamente, luego volteó hacia Snape y murmuró el contra hechizo.
-Ahí lo tienes- declaró mientras Snape se ponía de pie otra vez-. Tienes suerte de que Evans
haya estado aquí, Snivellus.......

-¡No necesito la ayuda de pequeñas y mugrosas Sangre Sucias como ella!

Lily parpadeó.

-Bien- pronunció calmadamente-. No me molestaré en el futuro. Y si fuera tú lavaría esos
calzoncillos, Snivellus.

-¡Discúlpate con Evans!-le gritó James a Snape, su varita apuntándole amenazadoramente.

-No quiero que tú hagas que me pida una disculpa- gritó Lily, rodeando a James-. Eres tan
malo como él...

-¿Qué?- aulló James-. ¡Yo NUNCA te llamaría una....ya sabes que!

-Tonteando con tu cabello porque piensas que es genial lucir como si te acabaras de
bajar de la escoba, presumiendo con esa estúpida Snitch, caminando por los corredores
y hechizando a cualquiera que te cae mal sólo porque puedes..... me sorprende que tu
escoba puede elevarse del suelo con esa cabezota encima. ME ENFERMAS.”
Lily giró sobre sus talones y salió corriendo.
-¡Evans!- gritó James -. ¡Hey, EVANS!
Pero ella ya no volteó hacia atrás.
-¿Qué pasa con ella?- preguntó James, tratando de dar la impresión, evidentemente sin lograrlo, de que esta fuera una pregunta sin importancia para él.
-Leyendo entre líneas, diría que cree que eres un poco presumido, compañero- aclaró Sirius.
-Bien- habló James, que ahora se veía furioso- bien......
Hubo otro rayo de luz, y Snape una vez más estaba flotando de cabeza.
-¿Quién quiere verme quitarle los interiores a Snivelly?
Pero si James le quitó o no los interiores a Snape, Harry nunca lo supo. Una mano lo había tomado del brazo, aferrándolo como un apretón atenazador. Sobresaltándose, Harry volteó a ver quién lo había agarrado, y observó, con un sentimiento de terror, un totalmente adulto Snape parado justo detrás de él, blanco de furia.
-¿Divirtiéndote?
Harry sintió elevarse en el aire; el día de verano se evaporó a su alrededor, estaba flotando hacia arriba entre una fría oscuridad, la mano de Snape todavía asida a su brazo. Entonces, con la sensación de caer en picada, como si se hubiera volteado boca abajo en medio del aire, sus pies golpearon el piso de piedra del calabozo de Snape, y estaba otra vez parado detrás del Pensadero, en el escritorio de Snape, en el oscuro y actual estudio del Profesor de Pociones.
-Entonces- insistió Snape, apretando su brazo con tal fuerza, que la mano Harry empezaba a entumecerse-. ¿Entonces... te has estado divirtiendo, Potter?
-N-no...-contestó Harry, tratando de liberar su brazo.
Esto era aterrador: los labios de Snape estaban temblando, su cara estaba blanca, sus dientes al descubierto.
-Encantador hombre, tu padre, ¿no?- dijo Snape, agitando a Harry tan fuerte que sus lentes se deslizaron por su nariz.
-Yo....no.....
Snape apartó al chico con todas sus fuerzas. Harry cayó fuertemente contra el piso del calabozo.
-¡No repetirás a nadie lo que viste!- rugió Snape.
-No- aseguró Harry, poniéndose de pie y alejándose de Snape cuanto pudo-. No, por supuesto que....
-¡Largo, vete de aquí, no quiero verte nunca más en esta oficina!
Y mientras Harry corría hacia la puerta, una jarra con cucarachas gallo muertas explotó sobre su cabeza. Abrió violentamente la puerta y voló a lo largo del corredor, deteniéndose únicamente cuando había puesto tres pisos de distancia entre Snape y él. Entonces se recargó contra la pared, jadeando, y frotando su brazo lastimado.
No tenía ni el más mínimo deseo de regresar a la Torre Gryffindor tan temprano, ni de contarle a Ron y a Hermione lo que acababa de ver. Lo que hacía a Harry sentirse tan horrorizado e infeliz no era que le hubieran gritado o le hubieran lanzado jarras; era que sabía como se sentía ser humillado en medio de un círculo de mirones, sabía exactamente como Snape se había sentido cuando su papá lo había ridiculizado, y a juzgar por lo que acababa de ver, su papá había sido tan arrogante como Snape siempre le había dicho.


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