miércoles, febrero 08, 2006

CAPÍTULO 9



CAPÍTULO 9

Las angustias de la Sra Weasley
La abrupta salida de Dumbledore tomó a Harry completamente desprevenido. Permaneció sentado donde estaba, en la silla con cadenas, luchando con sus sentimientos de conmoción y alivio. En el Wizengamot se ponían todos de pie, hablando, recogiendo sus papeles y guardándolos. Harry se levantó. Nadie pareció prestarle la menor atención, excepto la bruja parecida a un sapo, sentada a la derecha de Fudge, que ahora lo miraba fijamente a él en vez de a Dumbledore. Ignorándola, intentó buscar la mirada de Fudge, o la de la Señora Bones, queriendo preguntar si era libre de irse, pero el Ministro parecía bastante determinado en no hacerle caso, y la señora Bones estaba entretenida con su portafolios, así que dio unos pasos tentativos hacia la salida, y, como nadie lo llamó, salió en una rápida caminata. Dio los últimos pocos pasos a la carrera, tirando del manillar de la puerta para abrirla y casi chocó contra el Señor Weasley, quien estaba parado del lado de afuera, luciendo pálido y aprehensivo. -Dumbledore no me dijo..... -¡Limpio - exclamó Harry , mientras la puerta se cerraba detrás de él - de todos los cargos¡Sonriendo , el Señor Weasley aferró a Harry por los hombros. - ¡ Harry, esto es maravilloso! Bien, desde luego, ellos no podían haberte encontrado culpable, no con la evidencia que tenían, pero aún así, no puedo fingir que yo no estaba..... El Señor Weasley se calló repentinamente, porque la puerta de la sala del tribunal acababa de abrirse nuevamente. El Wizengamot estaba saliendo. -¡Por la barba de Merlin! - exclamó el Señor Weasley con asombro, apartando a Harry para dejarlos pasar. - ¿Te enfrentaste con el tribunal en pleno? -Creo que sí - comentó Harry quedamente.Uno o dos de los magos inclinaron la cabeza al pasar cerca de Harry y otros pocos, incluyendo a la Señora Bones, saludaron con un “Buenos días, Arthur” al Señor Weasley, pero la mayoría desviaron la mirada. Cornelius Fudge y la bruja con cara de sapo fueron casi los últimos en abandonar la mazmorra. El Ministro actuó como si el Señor Weasley y Harry formaran parte de la pared, pero mientras pasaba, la bruja miró Harry una vez más, como si lo evaluara. El último en salir fue Percy. Al igual que Fudge, ignoró completamente a su padre y a Harry; se marchó apretando un gran rollo de pergamino y un puñado de plumas de repuesto, con la espalda rígida y la nariz levantada. Las líneas alrededor de la boca de Arthur Weasley se apretaron levemente, pero con excepción de esto no dio ninguna otra muestra de haber visto a su tercer hijo. -Voy a llevarte de regreso enseguida para que le puedas dar las buenas noticias a los demás – dijo , haciéndole señas a Harry para que lo siguiera, mientras los talones de Percy desaparecían en su ascenso hacia el noveno nivel. –Te dejaré de camino a resolver ese asunto del baño en Bethnal Green. Vamos... - Por cierto, ¿qué va a hacer con ese problema del baño? - le preguntó Harry, haciendo con una sonrisa. De pronto todo parecía cinco veces más divertido que de costumbre. Estaba empezando a asimilarlo: era libre, volvería a Hogwarts. -Oh, con un sencillo anti-hechizo será suficiente, - explicó el Señor Weasley cuando comenzaban a subir los escalones - pero el problema no es reparar el daño, sino más bien la actitud que hay detrás del vandalismo, Harry. Cebarse con los Muggles podría parecer cómico para algunos magos, pero es la expresión de algo mucho más profundo y más sucio, y yo...El Señor Weasley se detuvo en mitad de la frase. Acababan de llegar al pasillo del nivel nueve y Cornelius Fudge estaba a poca distancia de ellos , hablando quedamente con un hombre alto con el pelo rubio y liso y una pálida cara puntiaguda.El segundo hombre se giró al sonido de sus pasos. Él también dejó su conversación a medias y sus fríos ojos grises se fijaron en la cara de Harry.-Bien, bien, bien... Patronus Potter, - expreso Lucius Malfoy, fríamente. A Harry le faltó el aliento, como si estuviese caminado a través de algo sólido. Él había visto esos gélidos ojos a través de la abertura de la capucha de un Mortifago, y fue la última voz de hombre que oyó burlándose de él en un cementerio oscuro mientras su Señor Voldemort le torturaba. No podía creer que Lucius Malfoy se atreviese a mirarlo a la cara; no podía creer que estuviese aquí, en el Ministerio de Magia, o que Cornelius Fudge estuviese hablando con él, cuando el propio Harry le había dicho al Ministro unas semanas atrás que Malfoy era un Mortifago. -El Ministro me estaba contando ahora mismo tu afortunada huída, Potter - pronunció con lentitud el Señor Malfoy - Realmente asombrosa, la forma en que continuas escabulléndote por los agujeros... como las serpientes, de hecho. El Señor Weasley agarró el hombro de Harry para advertirle. -Sí – comentó éste - sí, soy bueno escapando. Lucius Malfoy levantó sus ojos hasta la cara del Señor Weasley. -¡Y Arthur Weasley también! ¿Qué estás haciendo aquí, Arthur? -Yo trabajo aquí – le recordó el aludido, lacónicamente. -No aquí, ¿verdad? – ironizó el Señor Malfoy, levantando sus cejas y echando un vistazo hacia la puerta por encima del hombro de Weasley. - Creía que estabas arriba en el segundo piso... ¿no haces algo que tiene que ver con llevarte furtivamente a casa objetos Muggle para embrujarlos? -¡No! - contestó bruscamente el Señor Weasley, sus dedos lastimaban ahora el hombro de Harry. -Por cierto ¿Qué está haciendo usted aquí? - le preguntó Harry a Lucius Malfoy. -ìNo creo que mis asuntos privados con el Ministerio sea algo que te concierna Potter - gruño él, alisando la parte delantera de su túnica. Harry distinguió el suave tintineo de lo que sonaba como un bolsillo lleno de oro. - Verdaderamente, sólo porque seas el muchacho favorito de Dumbledore, no debes esperar la misma indulgencia del resto de nosotros... ¿Subimos entonces a su oficina, Ministro? -Desde luego – aceptó Fudge, dándoles la espalda a Harry y al Señor Weasley. - Por aquí, Lucius. Se alejaron juntos, hablando en voz baja. El Señor Weasley no soltó el hombro de Harry hasta que ellos desaparecieron en el ascensor. -¿Por qué no estaba esperando en la puerta de la oficina de Fudge si ellos tienen negocios que atender juntos? - estalló Harry, furioso. - ¿Qué hacía aquí abajo? -Intentando colarse en la sala del tribunal, si me lo preguntas – insinuó el Señor Weasley, que parecía sumamente agitado y miraba por encima de su hombro para asegurarse que no podían oírles por casualidad. – Tratando de averiguar si te habían expulsado o no. Le mandaré una nota a Dumbledore cuando te deje, tiene que saber que Malfoy ha estado hablando con Fudge de nuevo. -A propósito ¿Qué negocios privados tiene ellos en común? -Oro, me imagino.- dijo el Señor Weasley disgustado - Malfoy lo ha estado repartiendo generosamente para toda clase de cosas durante años... se lo entrega a las personas correctas... así luego puede pedirles favores... como retrasar leyes que no quiere que salgan... oh, está muy bien conectado, Lucius Malfoy. El ascensor llegó; estaba vacío excepto por una bandada de memorándums que revolotearon alrededor de la cabeza del Señor Weasley mientras apretaba el botón para el Atrio y las puertas se cerraron. Él los espantó, irritado. -Señor Weasley - murmuró Harry despacio - si Fudge se está encontrando con Mortifagos como Malfoy, si él está viéndolos a solas, ¿cómo sabemos que no le han echado la Maldición Imperius? -No creas que no se nos ha ocurrido Harry – le aclaró suavemente - pero Dumbledore cree que en estos momentos él está actuando por su propia voluntad; lo que no es, como dice Dumbledore, ningún consuelo. Mejor no hablar más de eso por ahora. Las puertas se abrieron y ellos salieron al ahora vacío Atrio. Eric, el mago-guardia, estaba escondido tras su ejemplar de El Profeta nuevamente. Habían pasado la fuente dorada cuando Harry recordó. - Espere...- pidió a su acompañante y, empuñando la bolsita con monedas de su bolsillo, volvió a la fuente. Miró la cara del atractivo mago, pero Harry pensó que de cerca se veía más bien débil y tonto. La bruja mostraba una sonrisa insípida como una modelo en un concurso de belleza y, por lo que Harry sabía de duendes y centauros, era bastante improbable encontrarlos junto a los humanos tan tranquilamente. Sólo la actitud arrastrada y servil del elfo doméstico se veía convincente. Sonriendo ante el pensamiento de lo que diría Hermione si viera la estatua del elfo, Harry dio vuelta a su monedero y vació, no diez Galeones, sino todo su contenido. *****- ¡Lo sabía!- chilló Ron, dando un puñetazo al aire.- ¡Siempre te sales con la tuya! - Estaban obligados a retirar los cargos- intervino Hermione, que había mirado con ansiedad cuando Harry entró en la cocina y ahora suspendía una mano temblorosa frente a sus ojos,- no había ningún caso contra ti, absolutamente ninguno. - Todo el mundo parece bastante aliviado, sin embargo, considerando que todos sabían que saldría de esta- comentó Harry, sonriendo. La señora Weasley se secaba los ojos con su delantal, y Fred, George y Ginny bailaban una especie de danza de guerra mientras entonaban un canto que decía “se salvó, se salvó, se salvó...” - ¡Es suficiente! ¡Cálmense!- gritó el señor Weasley, aunque estaba sonriendo.- Escucha, Sirius, Lucius Malfoy estaba en el Ministerio... - ¿Qué?- exclamó Sirius bruscamente. - Se salvó, se salvó, se salvó... – seguían cantando los muchachos.- ¡Tranquilícense ustedes tres! Sí, lo vimos hablando con Fudge en el noveno piso, luego subieron juntos a su oficina. Dumbledore debería saberlo. -Por supuesto- concordó Sirius.- Le diremos, no te preocupes. - Bueno, será mejor que me vaya. Hay un baño regurguitante esperando por mi en Bethnal Green. Molly, llegaré tarde, voy a cubrir a Tonks, pero Kingsley va a caer por aquí para la cena... - Se salvó, se salvó, se salvó... - ¡Fred, George, Ginny, ya fue suficiente!- regañó la señora Weasley, mientras su esposo partía.- Harry, querido, siéntate y almuerza, hoy apenas desayunaste. Ron y Hermione se sentaron frente a él, mirándolo aún más contentos que cuando llegó a Grimmauld Place por primera vez, y el alivio y la felicidad que Harry había sentido, los cuales se había visto mellados de algún modo luego de su encuentro con Lucius Malfoy, lo inundaron otra vez. De repente, la sombría casa parecía más cálida y acogedora que nunca; incluso Kreacher pareció menos feo cuando metió su hocico en la cocina para averiguar la fuente de todo ese ruido. - Por supuesto, una vez que Dumbledore se puso de tu lado, no había manera que te condenaran- dijo Ron alegremente, sirviendo grandes cantidades de puré de papas en los platos. - Si, él giró todo a mi favor - declaró Harry. Sintió que sonaría muy desagradecido, por no decir muy infantil, si agregara “Ojalá me hubiera hablado, sin embargo. O al menos mirado” Cuando pensó esto, su cicatriz empezó a quemarle la frente con tanta fuerza que tuvo que presionarla con ambas manos. - ¿Qué pasa?- preguntó Hermione, alarmada. - La cicatriz- refunfuñó Harry.- Pero no es nada... ahora me pasa todo el tiempo... Ninguno de los otros había notado nada; todos estaban sirviéndose comida para festejar el escape por los pelos; Fred, George y Ginny seguían cantando. Hermione se veía más bien ansiosa, pero antes que pudiera decir nada, Ron estaba comentando alegremente: - Apuesto que Dumbledore se da una vuelta por acá esta noche, para celebrar con nosotros, ya saben. - Creo que Dumbledore no podrá, Ron- negó su madre, poniendo un enorme plato de pollo asado frente a Harry.- Está realmente ocupado en este momento. - SE SALVÓ, SE SALVÓ, SE SALVÓ... -¡CÁLLENSE!- bramó la señora Weasley. *****En los siguientes días Harry no pudo evitar notar que había una persona en el número doce de Grimmauld Place que no estaba completamente encantado de que él regresara a Hogwarts. Sirius había montado un muy buen espectáculo de falsa alegría la primera vez que había escuchado las noticias, estrujando la mano de Harry, tan radiante como todos los demás. Pronto, sin embargo, se volvió mas taciturno y ceñudo que antes, hablando menos con todos, incluso con Harry, y pasando más tiempo encerrado en el cuarto de su madre con Buckbeak. - ¡No te sientas culpable!- aconsejó Hermione severamente, luego de que Harry les confiara algunos de sus sentimientos a ella y a Ron, mientras fregaban un armario enmohecido en el tercer piso unos días después.- Perteneces a Hogwarts y Sirius lo sabe. Personalmente, pienso que está siendo egoísta. - Eso es un poco duro, Hermione- terció Ron, frunciendo el ceño mientras trataba de limpiar un poco el moho que se había pegado en el dedo.- Tu no querrías quedarte encerrada en esta casa sin ninguna compañía. -¡Estará acompañado!- afirmó Hermione.- Este es el Cuartel Central de la Orden del Fénix, ¿no? Lo que ocurre es que no pierde las esperanzas de que Harry se quede a vivir aquí algún día. - No creas eso- expresó Harry, sacudiéndose la ropa.- No me dio una respuesta directa cuando le pregunté si podía. - Es que no quería que crecieran sus propias esperanzas- explicó Hermione juiciosamente.- Y probablemente se sintió un poco culpable, porque pienso que una parte de él realmente deseaba que te expulsaran. Entonces ambos serían descastados. - ¡Retráctate!- dijeron Harry y Ron a la vez, pero Hermione simplemente se encogió de hombros. - ¡Como quieran!. Pero algunas veces creo que la madre de Ron tiene razón y que Sirius te confunde con tu padre, Harry. - ¿Así que crees que está mal de la cabeza?- preguntó Harry, acaloradamente. - No, simplemente pienso que ha estado solo demasiado tiempo- replicó Hermione con franqueza. En este punto de la discusión, la señora Weasley entró en la habitación. - ¿Aún no han terminado?- interrogó, metiendo la cabeza en el armario. - ¡Pensé que venías para decirnos que tomáramos un descanso!- comentó Ron amargamente.- ¿Sabes cuanto moho hemos quitado desde que llegamos aquí? - Ya que están tan entusiasmados por ayudar a la Orden, - opinó la señora Weasley - pueden poner su granito de arena haciendo del Cuartel General un lugar habitable. - Me siento como un elfo doméstico- se quejó Ron. - ¡Bueno, ahora que entiendes la sucia vida que llevan, quizá estés más activo en la PEDDO!- exclamó Hermione con optimismo, cuando la señora Weasley los dejó. - Ya sabes, quizá no sería mala idea mostrarle a la gente lo horrible que es limpiar todo el tiempo; podríamos patrocinar una limpieza de la sala común de Gryffindor, todos los ingresos obtenidos servirían para financiar el PEDDO; se acabaría con la ignorancia y recaudaríamos fondos. -Te patrocinaré para que termines con eso de la PEDDO- murmuró Ron, pero sólo Harry pudo oírlo. *****A medida que se aproximaba el final de las vacaciones, Harry se encontró soñando despierto con Hogwarts cada vez con mayor frecuencia. No podía esperar para ver a Hagrid nuevamente, para jugar Quidditch, incluso para pasearse entre las parcelas de vegetales en los invernaderos de Herbología; el simple hecho de dejar esta casa mohosa y polvorienta, donde la mitad de los armarios estaban todavía bajo llave y Kreacher lanzaba insultos desde las sombras cuando pasaba, sería un verdadero placer; pero Harry se cuidaba de expresar estos sentimientos en cualquier lugar donde Sirius pudiera escucharlo. El hecho era que vivir en el Cuartel General del Movimiento Anti-Voldemort no había sido, ni de cerca, tan interesante o emocionante como se había esperado Harry antes de experimentarlo. Aunque los miembros de la Orden del Fénix iban y venían regularmente, a veces para quedarse a cenar, a veces para conversar en susurros por algunos minutos, la señora Weasley se aseguraba que Harry y los otros quedaran fuera de donde pudieran oírlos (ya fuera con orejas normales o Extendibles) y nadie, ni siquiera Sirius, parecía pensar que Harry necesitara oír nada más que lo que le habían dicho la noche de su llegada. El último día de vacaciones Harry estaba barriendo los deshechos de Hedwing de encima del ropero cuando Ron entró al cuarto trayendo un par de sobres. La lista de libros- dijo arrojándole la suya a Harry, que estaba parado en una silla – Ya era hora, pensaba que se habían olvidado, suelen venir mucho más temprano... Harry deslizó el resto de los deshechos en una bolsa de basura y tiró la bolsa por encima de la cabeza de Ron hacia la papelera que estaba en un rincón, que se la tragó y eructó fuertemente. Después abrió su carta. Contenía dos pedazos de pergamino: uno era el usual recordatorio de que el período empezaba el primero de septiembre; el otro le decía qué libros iba a necesitar para el año que empezaba. - Sólo dos nuevos- comentó leyendo la lista,- “El Libro Reglamentario de Hechizos, Nivel 5” de Miranda Goshawk, y “Teoría de la Magia Defensiva”, de Wilbert Slinkhard. Crack. Fred y George aparecieron justo al lado de Harry. A estas alturas ya estaba tan acostumbrado a que hicieran eso que ni siquiera saltó de la silla. - Nos estábamos preguntando quién habría elegido el libro de Slinkhard- dijo Fred, familiarmente. - Porque eso quiere decir que Dumbledore encontró un nuevo profesor de Defensa contra las Artes Oscuras- agregó George. - Y justo a tiempo, además- dijo Fred. - ¿Qué quieren decir?- preguntó Harry, acercándose ellos. - Bueno, hace unas semanas, con nuestras orejas extendibles, escuchamos a papá y mamá conversando, - le explicó Fred,- y por lo que estaban diciendo, Dumbledore había tenido verdaderos problemas para encontrar a alguien que hiciera el trabajo este año. - Nada sorprendente, ¿no?, cuando te fijas en lo que le pasó a los otros cuatro- declaró George. - Uno despedido, uno muerto, uno que perdió la memoria y uno que pasó nueve meses encerrado en un baúl- resumió Harry, contándolos con los dedos.- Sí, veo a qué se refieren. - ¿Qué pasa contigo, Ron?- preguntó Fred. Ron no contestó. Harry se giró a verlo. Su amigo estaba parado muy quieto con la boca ligeramente abierta, embobado ante su carta de Hogwarts. - ¿Cuál es el problema?- insistió Fred impaciente, rodeando a Ron para leer el pergamino por encima de su hombro. La boca de Fred también se abrió. -¿Prefecto?- dijo, fijando la vista en la carta incrédulo.- ¿Prefecto? George saltó hacia adelante, tomó el sobre que Ron tenía en la otra mano y le dio vuelta. Algo color escarlata y oro cayó en su mano. - No puede ser- susurró George. - Ha habido un error- añadió Fred, arrebatando la carta del puño de Ron y mirándola al trasluz como si buscara marcas de agua.- Nadie en su sano juicio pondría a Ron como prefecto. Las cabezas de los gemelos se volvieron al unísono y clavaron la mirada en Harry. -¡Estábamos seguros que te elegirían a ti!- comento Fred, en un tono que sugería que Harry los había engañado de alguna manera. - ¡Pensamos que Dumbledore estaba obligado a escogerte!- dijo George con indignación. - ¡Habiendo ganado el Torneo de los Tres Magos y todo!- exclamó Fred. - Supongo que sus locuras contaron contra él- insinuó George. - Sí- aceptó Fred lentamente- Sí, has causado muchos problemas compañero. Bien, al menos uno de ustedes tiene bien claras sus prioridades. Caminó hacia Harry y palmeó su espalda dirigiendo una mordaz mirada a Ron. - Prefecto... El pequeño Ronnie Prefecto. - Ohh, mamá estará conmocionada- gimió George, lanzándole la insignia a Ron como si fuera a contaminarse con ella. Ron, que aún no había dicho una palabra, tomó la insignia, la observó por un momento y luego se la alcanzó a Harry como pidiéndole sin palabras que confirmara que era auténtica. Harry la tomó. Una gran T estaba superpuesta al león de Griffindor. Había visto una insignia como ésta en el pecho de Percy en su primer día en Hogwarts. La puerta se abrió de golpe. Hermione entró llorando en el cuarto, sus mejillas sonrojadas y su pelo flotando. Tenía un sobre en la mano. - ¿Te dieron... te dieron un...? Notó la insignia en la mano de Harry y soltó un chillido. - ¡Lo sabía!- exclamó excitada.- ¡Yo también, Harry, yo también! - No- negó Harry rápidamente, poniendo la insignia en la mano de Ron otra vez.- Es Ron, no yo. - Es...¿qué? - Ron es prefecto, no yo- aclaró Harry. - ¿Ron?- preguntó Hermione, abriendo la boca.- ¿Pero... estás seguro? Quiero decir... Se sonrojó cuando Ron se volvió a verla, con una expresión desafiante en su cara. - Mi nombre está en la carta- declaró. - Yo...- empezó Hermione, completamente aturdida.- Yo... eh... ¡wow! ¡Bien hecho, Ron! Es realmente... - ¿Inesperado?- sugirió George, moviendo la cabeza. - No- denegó Hermione, ruborizándose aún más,- no lo es... Ron ha hecho grandes... es realmente... La puerta tras ella se abrió un poco más y la señora Weasley entró caminando con una pila de túnicas recién lavadas. - Ginny me dijo que la lista de libros llegó por fin- comentó, echando un vistazo a los sobres mientras se dirigía a la cama y empezaba a repartir las túnicas en dos pilas.- Si me las dan, las llevaré al callejón Diagon esta tarde y compraré los libros mientras ustedes empacan. Ron, tengo que comprarte más pijamas, estas son por lo menos seis centímetros más cortas, no puedo creer lo rápido que estás creciendo... ¿de qué color las quieres? - Cómpraselas en rojo y oro para que combinen con su insignia- sugirió George, sonriendo burlonamente. - ¿Para que combinen con su qué?- preguntó la señora Weasley ausente, enrollando un par de medias marrones y poniéndolas sobre la pila de Ron. - Su insignia- repitió Fred, como si esperara lo peor de un momento a otro.- Su hermosa, brillante, nueva insignia de Prefecto. Las palabras de Fred tardaron un momento en penetrar en una señora Weasley preocupada por los pijamas. - Su... pero... Ron, ¿tu no...? Ron levantó su insignia. La señora Weasley soltó un chillido similar al de Hermione. - ¡No lo puedo creer! ¡No lo puedo creer! ¡Oh Ron, es maravilloso! ¡Un prefecto, como todos en la familia! - ¿Qué somos Fred y yo, los vecinos de al lado?- preguntó George, indignado, cuando su madre lo empujó a un lado y rodeó con sus brazos a su hijo más joven. - ¡Espera a que tu padre se entere! ¡Ron, estoy tan orgullosa de ti, que maravillosas noticias, podrías terminar como Premio Anual como Bill y Percy, es el primer paso! Oh, que noticia entre todas estas preocupaciones, estoy sencillamente emocionada, Ronnie... Fred y George hacían sonidos como de arcadas a sus espalda, pero la señora Weasley no lo notó; con sus brazos rodeando fuertemente el cuello de Ron, le besaba toda la cara, que se había vuelto de un rojo más intenso que el de la insignia. - Mamá... no... mamá, suéltame ya- murmuró, tratando de apartarla. Ella lo dejó ir y le dijo jadeante:- Bueno, ¿qué será? Le regalamos a Percy una lechuza, pero tú ya tienes una, por supuesto. - ¿Qué... qué quieres decir?- preguntó Ron, como si no pudiera dar crédito a sus oídos. - ¡Tendrás una recompensa por esto!- explicó la señora Weasley cariñosamente.- ¿Qué tal una linda túnica de gala nueva? - Ya le compramos una- terció Fred amargamente, y parecía lamentar su generosidad. - O un nuevo caldero, el de Charlie ya se está herrumbrando, o una nueva rata, siempre te gustó Scabbers... - Mamá- suplicó Ron, esperanzado,- ¿podría tener una escoba nueva? La sonrisa de la señora Weasley decayó un poco: las escobas eran caras. - No tiene que ser una buena- se apresuró a agregar Ron.- Sólo... sólo una nueva para variar. La señora Weasley dudó un momento, luego sonrió. - Por supuesto que puedes... bueno, más vale que parta si tengo que comprar también una escoba. Los veré después... ¡el pequeño Ronnie, prefecto! Y no se olviden de hacer sus equipajes... un prefecto... oh, soy toda nervios... Todavía le dio otro beso a Ron, se sonó la nariz y salió del cuarto. Fred y George intercambiaron miradas. -No te importa si no te besamos, ¿verdad, Ron?- dijo Fred en una falsa voz de ansiedad. - Podemos hacer una reverencia, si quieres- agregó George. - Oh, cállense- gruñó Ron, enfurruñado. - ¿O qué?- preguntó Fred, con una maligna sonrisa extendiéndose en su cara.- ¿Nos pondrás en detención? - Me encantaría verlo intentarlo- comentó George, con una media sonrisa. - ¡Podría hacerlo, si no tienen cuidado!- exclamó Hermione, enojada. Fred y George soltaron una carcajada, y Ron murmuró:- Déjalo, Hermione. - Tendremos que cuidarnos los pasos, George,- se burlo Fred, fingiendo que temblaba,- con estos dos a nuestra caza... - Si, parece que nuestros días de quebrantadores de la ley se terminaron- bromeó George sacudiendo su cabeza. Y con otro sonoro crack los mellizos desparecieron. - ¡Esos dos!- gruño Hermione, furiosa, mirando al techo, a través del cual se podía escuchar que los mellizos se partían de risa en el piso de arriba.- No les prestes atención, Ron, sólo están celosos. - No creo que lo estén- dijo Ron vacilante, también mirando hacia el techo.- Siempre han dicho que sólo los torpes se convierten en Prefectos... aunque,- dijo en un tono más alegre,- ¡ellos nunca han tenido escobas nuevas! Ojalá pudiera ir con mamá y elegir... nunca podría costear una Nimbus... pero también está la nueva Cleansweep, eso estaría genial... sí, creo que iré a decirle que quiero una Cleansweep, sólo para que sepa. Desapareció del cuarto, dejando a Harry y Hermione solos. Por alguna razón, Harry se encontró con que no quería mirar a Hermione. Giró hacia su cama, levantó la pila de ropa limpia que la señora Weasley había dejado sobre ella y cruzó el cuarto para dirigirse a su equipaje. -¿Harry? - llamó Hermione, indecisa-Bien hecho, Hermione.- la felicitó Harry, notando que su voz no sonaba como siempre, y todavía sin mirarla.- Brillante. Prefecta. Genial. -Gracias- dijo Hermione. –Eeeh... ¿Puedo pedirte prestada a Hedwig para contarle a mamá y a papá? Van a estar realmente satisfechos. Quiero decir, prefecta es algo que pueden entender. -Sí, no hay problema ¡Tomala!-ofreció Harry, todavía con esa horrible voz chirriante que no le pertenecía. Se inclinó sobre su baúl, colocó las túnicas en el fondo del mismo e hizo como si buscara algo. Hermione cruzó el cuarto yendo hacia el ropero y llamó a Hedwig. Pasaron unos minutos. Harry sintió la puerta cerrarse pero igual siguió inclinado, escuchando; los únicos sonidos que pudo escuchar fueron los gemidos del cuadro vacío y la papelera en la esquina atragantándose con los deshechos de Hedwig. Se enderezó y miró detrás de él. Hermione había salido y su lechuza había partido. Harry cruzó rápidamente el cuarto, cerró la puerta y después volvió lentamente a su cama y se sumergió en ella, contemplando distraídamente la base del armario. Había olvidado completamente que los prefectos eran elegidos en quinto año. Tan ansioso estuvo por la posibilidad de ser expulsado que no había dedicado un solo pensamiento al hecho de que las insignias necesariamente debían ser entregadas a alguien. Pero si lo hubiera recordado... Si hubiera pensado en eso... ¿Qué expectativas habría tenido? No esto. Susurró una pequeña y sincera voz dentro de su cabeza. Hizo una mueca y enterró la cabeza entre las manos. No se podía mentir a sí mismo; si hubiera sabido que la insignia de prefecto estaba en camino, habría esperado que fuera para él, no para Ron. ¿Lo hacía esto tan arrogante como Draco Malfoy? ¿Se veía él superior a los demás? ¿Realmente pensaba que era mejor que Ron? No, se dijo desafiando a la pequeña voz. ¿Sería eso cierto? Se preguntó Harry, indagando ansiosamente en sus propios sentimientos. Soy mejor que él en Quidditch, dijo la voz. Pero no lo supero en nada más. “Eso es definitivamente cierto”, pensó Harry. Él no era mejor que Ron en las lecciones. ¿Pero que pasaba con las otras lecciones? ¿Qué pasaba con esas aventuras que él, Ron y Hermione habían tenido desde que habían empezado en Hogwarts, frecuentemente arriesgándose a algo mucho peor que una expulsión? Bueno, Ron y Hermione estuvieron conmigo la mayoría del tiempo. dijo la voz de la cabeza de Harry. “No todo el tiempo”, pensó, argumentando consigo mismo. Ellos no enfrentaron a Quirrell conmigo. Ellos no estuvieron frente a Riddle y el basilisco. Ellos no se deshicieron de todos esos Dementores la noche que Sirius escapó. Ellos no estuvieron en ese cementerio conmigo, la noche que retornó Voldemort... Y entonces resurgió el mismo sentimiento de haber sido tratado injustamente que lo había abrumado la noche de su llegada. “Definitivamente hice mucho”, pensó Harry indignado. “¡Hice mucho más que cualquiera de ellos!” Pero quizás, continuó la pequeña voz acertadamente, Quizás Dumbledore no elige a los prefectos porque se metan en un montón de situaciones peligrosas... quizás los elige por otras razones... Ron debe tener algo que tú no tienes... Abrió los ojos y miró por entre sus dedos la pata del armario, recordando lo que Fred había dicho: ‘Nadie en su sano juicio haría prefecto a Ron...’ Lanzó una breve carcajada. Un segundo después se sintió asqueado consigo mismo. Ron no le había pedido a Dumbledore que le diera la insignia de prefecto. No era culpa suya. ¿Iba él, Harry, el mejor amigo de Ron en el mundo, a resentirse con él porque no le habían dado una insignia, reír con los gemelos a espalda de su amigo, desearle ruina, cuando, por primera vez, había superado a Harry en algo? Llegado a este punto de sus reflexiones, escuchó nuevamente los pasos de Ron en la escalera. Se levantó, enderezó sus lentes y estampó una sonrisa en su cara cuando Ron entró con un salto. -¡Ya cayó!- exclamó alegremente - Ella dice que va a tratar de comprarme una. -¡Guay! – exclamó Harry, aliviado al notar que esa voz en su cabeza se había detenido. –Escucha, Ron. Bien hecho, amigo. La sonrisa de Ron se apagó. -¡Nunca pensé que iba a ser yo!- afirmó sacudiendo la cabeza- Estaba seguro que serías tú! -Bah, supongo que yo causo demasiados problemas. – se burló Harry haciendo eco a Fred. -Sí-susurró Ron. –Sí, supongo... bueno, más vale que empaquemos ¿no? Era extraño cuan extensamente sus posesiones parecían haberse esparcido por su cuenta desde que habían llegado. La mayor parte de la tarde se les fue en recuperar sus libros y posesiones regados por toda la casa y ponerlos en los baúles escolares. Harry notó que Ron no dejaba de cambiar de lugar su insignia de prefecto, primero la puso en la mesita de al lado, después la guardó en el bolsillo del pantalón, y luego la sacó y se la colocó en la túnica arrugada, como viendo el efecto del rojo sobre el negro. Sólo cuando Fred y George la agarraron y le ofrecieron pegársela en la frente con un Hechizo de Pegamento Permanente la escondió en sus medias marrones y cerró el baúl. La señora Weasley regresó del Callejón Diagon a eso de las seis, repleta de libros y llevando un largo paquete envuelto en grueso papel marrón que Ron agarró con un gemido anhelante. -No lo abras ahora, la gente está llegando para la cena y quiero que bajes- le pidió su madre, pero en el momento que ella se perdió de vista Ron rasgó el papel con frenesí y examinó cada pulgada de su nueva escoba, con una expresión extasiada en la cara. En la planta baja la señora Weasley había colgado una bandera escarlata por encima de la pesada mesa del comedor, que decía: FELICITACIONES RON Y HERMIONE LOS NUEVOS PREFECTOS Ella parecía estar mucho más contenta DE LO QUE Harry la había visto durante todas las vacaciones. -Creo que deberíamos tener una pequeña fiesta en vez de una cena corriente - dijo cuando Harry, Ron, Hermione, Fred, George y Ginny entraron en la habitación. - Tu padre y Bill están en camino, Ron. Les envié una lechuza y están muy emocionados - agregó, radiante. Fred puso los ojos en blanco. Sirius, Lupin, Tonks y Kingsley Shacklebolt ya habían llegado y Ojo-Loco Moody entró taconeando poco después de que Harry se hubiera servido una cerveza de mantequilla. -Oh, Alastor, me alegra que estés aquí- saludó radiante la señora Weasley, mientras Ojo-Loco se sacaba la capa de viaje- Te estábamos esperando hace añales. ¿Puedes echar un vistazo al escritorio del estudio y decirnos qué hay adentro? No queríamos abrirlo en caso de encontrar algo realmente repugnante. -No hay problema, Molly ... El ojo azul-eléctrico de Moody giró hacia arriba y miró fijamente a través del techo de la cocina. -Estudio...-gruñó, con la pupila contraída. ¿Está el escritorio en la esquina? Sí, ya lo veo... Sí, es un boggart... ¿Quieres que vaya y lo eche, Molly? -No, no, lo haré yo misma más tarde. – declaró la señora Weasley. - Tienes que tomar un trago. Tenemos una pequeña celebración, de hecho... –hizo un gesto a la bandera escarlata- ¡El cuarto prefecto en la familia!- terminó cariñosamente, revolviendo el pelo de Ron. -¿Prefecto, eh?- gruñó Moody, su ojo normal puesto en Ron y el mágico rodando para ver dentro de su cabeza. Harry tuvo la muy incómoda sensación que lo miraba a él y que luego lo movía hacia Sirius y Lupin. -Bueno, felicidades- continuó Moody, todavía mirando penetrantemente a Ron con su ojo normal. - Las figuras de autoridad siempre atraen problemas pero supongo que Dumbledore piensa que tu puedes resistir mayores infortunios o no te habría elegido... Ron se veía más bien alarmado ante este punto de vista, pero se salvó del problema de responder gracias a la llegada de su padre y su hermano mayor. La señora Weasley estaba de tan buen humor que ni siquiera se quejó de que hubieran traído a Mundungus con ellos; éste tenía puesto un largo sobretodo que se abultaba en lugares inverosímiles y rehusó el ofrecimiento de quitárselo y dejarlo junto a la capa de Moody. - Bueno, creo que deberíamos hacer un brindis- propuso el señor Weasley cuando todo el mundo tuvo una bebida. Levantó su copa.- ¡Por Ron y Hermione, los nuevos prefectos de Gryffindor! Ron y Hermione lucían radiantes mientras todos bebían a su salud, y luego aplaudían. - Yo nunca fui prefecta- recordó Tonks deslumbrada por detrás de Harry, cuando todos se dirigían hacia la mesa a servirse comida. Hoy lucía un cabello lacio y con un color rojo tomate; parecía la hermana mayor de Ginny. - El jefe de mi casa dijo que me faltaban ciertas cualidades necesarias. - ¿Cómo cuáles?- preguntó Ginny, tomando una papa asada. - Como la habilidad de cuidar de mi misma- contestó Tonks. Ginny se rió; Hermione la miró sin saber si reírse o no, por lo que optó por tomar un gran trago de cerveza de mantequilla, atragantándose con el. - ¿Qué hay de ti, Sirius?- curioseó Ginny, al tiempo que palmeaba la espalda de Hermione. Sirius, que estaba a la derecha de Harry, soltó su habitual risa semejante a un ladrido. - Nadie me hubiera hecho prefecto, pasé demasiado tiempo en detención con James. Lupin era el chico bueno, él ganó la insignia. - Creo que Dumbledore esperaba que fuera capaz de ejercer algún control sobre mis mejores amigos. - explicó Lupin.- Lamento tener que decir que fallé tristemente. El humor de Harry mejoró de pronto. Su padre tampoco había sido un prefecto. De repente la fiesta le pareció mucho más agradable; cargó su plato con comida, con un sentimiento doblemente cariñoso hacia todo el mundo. Ron parloteaba sobre su escoba con cualquiera que quisiera escucharlo. -.......de cero a setenta en diez segundos, no está mal, ¿no? Sobre todo si piensas que la Cometa 2.90 sólo va de cero a sesenta y eso con una cola decente, según la publicación ¿Cuál Escoba? Hermione estaba hablando muy seriamente con Lupin sobre su punto de vista de los derechos de los elfos domésticos. - Quiero decir, es el mismo sinsentido que implica la segregación de los hombres-lobo, ¿no? Esta es la raíz de esa manía tan horrible que tienen los magos de creerse superiores a todas las otras criaturas. La señora Weasley y Bill tenían su usual discusión sobre el pelo de Bill. -... se te está yendo la mano, y tú que eres tan apuesto, se vería mucho mejor corto, ¿no te parece, Harry? - Oh... yo no...- titubeó Harry, ligeramente alarmado porque le hubieran pedido opinión; se deslizó en dirección a Fred y George, que estaban amontonados junto a Mundungus. Éste se calló cuando vio a Harry, pero Fred le hizo un guiño y le indicó por señas que se acercara. - Está bien- le dijo a Mundungus,- podemos confiar en Harry, es nuestro patrocinador financiero. - Mira lo que tiene Dung- comentó George mostrándole el hueco de la mano a Harry. Estaba lleno de lo que parecían vainas negras y retorcidas. Un débil sonido de matraca surgía de ellas, aunque estaban completamente quietas. - Semillas de ‘Tentáculo Venenoso’- explicó George.- Las necesitamos para nuestros bocados Skiving pero son Clase C, Sustancias No Comercializables, por lo que hemos tenido algunos problemas para conseguirlas. - Entonces, Dung, ¿diez Galeones el paquete?- ofreció Fred. - ¿Con todos los problemas que pasé para conseguirlo’?- replicó Mundungus y sus ojos caídos y enrojecidos se estrecharon aún más.- Lo siento, muchachos, pero así no recupero ni un Knut sobre veinte. - A Dung le gusta este pequeño juego- aclaró Fred a Harry. - Si, la mejor oferta hasta ahora ha sido seis Sickles por una bolsa de plumas de Knarl- replicó George. - Tengan cuidado- les advirtió Harry tranquilamente. - ¿De qué?- preguntó Fred.- Mamá está arrullando al Prefecto Ron, estamos bien. - Pero Moody podría tener su ojo sobre ustedes- apuntó Harry. Mundungus miró nervioso sobre su hombro. - Buen punto- gruñó.- De acuerdo, muchachos, diez es el precio, si se las llevan rápido. - ¡Viva, Harry!- exclamó Fred maravillado, cuando Mundungus vació sus bolsillos en las manos extendidas de los mellizos y echó una carrera hacia la comida.- Mejor llevamos esto para arriba... Harry los observó irse, sintiéndose ligeramente desasosegado. Se le acababa de ocurrir que quizá los señores Weasley quisieran saber cómo financiaban los mellizos su negocio de trucos, hasta que, indudablemente, lo averiguaran. Darle a los mellizos su premio por el Torneo había parecido muy simple en aquel momento, pero ¿y si conducía a otro alboroto familiar y un distanciamiento como el de Percy? ¿Sentiría aún la señora Weasley que Harry era como un hijo si se encontrara con que él había hecho posible que Fred y George empezaran una carrera que ella creía muy inadecuada? Parado donde lo habían dejado los mellizos, con un pesado sentimiento de culpa sobre el estómago como única compañía, Harry pescó el sonido de su propio nombre. La voz profunda de Kingsley Sacklebolt se podía escuchar por encima de todo el parloteo. -... por qué Dumbledore no hizo a Potter un prefecto? - Habrá tenido sus razones- replicó Lupin. - Pero eso demostraría su confianza en él. Es lo que yo hubiera hecho- persistía Kingsley,- sobre todo con El Profeta tomándole el pelo cada pocos días... Harry no miró alrededor; no quería que Lupin y Kingsley supieran que los había escuchado. A pesar de que ni remotamente tenía hambre, siguió a Mundungus hacia la mesa. La alegría de la fiesta se le había desvanecido tan rápido como había venido; deseó estar acostado en su cama. Ojo Loco olfateaba una pata de pollo que aún le quedaba; por lo visto no encontró rastro de veneno, porque luego arrancó un pedazo con los dientes. -... el mango hecho de roble español, con barniz anti-maleficios y control de vibraciones integrado...- le decía Ron a Tonks. La señora Weasley bostezó abiertamente. - Bueno, creo que sacaré a ese Boggart antes de acostarme... Arthur, no quiero que este grupo se quede levantado hasta muy tarde, ¿de acuerdo? Buenas noches, Harry, querido. Ella abandonó la cocina. Harry se preguntó si podría imitarla sin llamar la atención. - ¿Estás bien, Potter?- gruñó Moody. - Si, bien- mintió Harry. Moody tomó un trago de su petaca, mirando fijamente al muchacho. - Ven aquí, tengo algo que quizá te interese- le propuso.De un bolsillo interior de su túnica sacó una vieja foto mágica hecha jirones. - La Orden del Fénix original- gruñó Moody.- La encontré anoche cuando buscaba mi Capa Invisible de repuesto, viendo que no hay manera que Podmore me regrese la mejor... pensé que les gustaría verla. Harry tomó la fotografía. Un pequeño grupo de gente, algunos saludándolo, otros levantando sus lentes, lo miraron. - Aquí estoy yo- dijo Moody, señalándose a si mismo innecesariamente. El Moody de la fotografía era inconfundible, aunque su pelo estaba un poco menos gris y su nariz estaba intacta.- Dumbledore está al lado mío, Dedalus Diggle del otro lado... ésta es Marlene McKinnon, la mataron dos semanas después de tomar esta foto, se llevaron a toda su familia. Estos son Frank y Alice Longbottom... El estómago de Harry, ya molesto, se encogió al ver a Alice Longbottom: conocía su cara redonda y amigable muy bien, aunque nunca se la hubieran presentado, porque era la viva imagen de su hijo Neville. -... pobres diablos- gruñó Moody.- mejor estar muerto que lo que les pasó a ellos... y esta es Emmeline Vance, ya la conoces, y este es Lupin, obviamente... Benjuí Fenwick, que también cayó, sólo pudimos encontrarlo a pedazos... muévanse, ahí- agregó, golpeando ligeramente la foto, por lo que las personitas fotográficas se movieron, de forma que los que estaban parcialmente a oscuras se pusieron a la vista. - Este es Edgar Bones... el hermano de Amelia Bones, también capturaron a él y a su familia; era un gran mago... Sturgis Podmore, se ve joven... Caradoc Dearborn, se desvaneció seis meses después de esto, nunca encontramos su cuerpo... Hagrid, por supuesto, luce exactamente como siempre... Elphias Dodge, lo conoces, olvidé que solía usar ese estúpido sobrero... Gideon Prewett, hicieron falta cinco mortífagos para matarlo; junto a su hermano Fabian, pelearon como héroes... muévanse, muévanse... Las personitas volvieron a moverse y los que estaban escondidos a la derecha se pusieron al frente de la foto. - Este es el hermano de Dumbledore, Abeforth, sólo una vez me reuní con el, un tipo extraño... este es Dorcas Meadowes, Voldemort lo mató personalmente... Sirius, cuando aún tenía pelo corto... ¡y aquí vienen los que te deben interesar! El corazón de Harry dio un vuelco. Sus padres lo saludaban, sentados a ambos lados de un hombre bajito de mirada acuosa, que Harry reconoció enseguida como Colagusano, el que le había dado el paradero de los padres de Harry a Voldemort y así ayudó a llevarlos a la muerte. - ¿Y?- preguntó Moody. Harry miró la cara llena de cicatrices de Moody. Evidentemente Moody tenía la impresión de haber dado a Harry una gran alegría. - Si- dijo Harry, logrando sonreír otra vez.- Eh....escuche, acabo de recordar que no empaqué mi... Escapó del problema de tener que inventar un objeto que no había empacado. Sirius acababa de decir ‘¿Qué tienes ahí, Moody?’ y éste ya se había dado vuelta hacia él. Harry cruzó la cocina, se deslizó por la puerta y subió las escaleras antes que nadie pudiera llamarlo. No sabía por qué se había conmocionado tanto; había visto fotografías de sus padres antes, y había conocido a Colagusano, pero que se los mostraran así, cuando menos lo esperaba... a nadie le gustaría, pensó enojado... Y además, verlos rodeados por todas esas caras felices... Benjy Fenwick, que había sido encontrado en pedacitos, y Gideon Prewett, que murió como un héroe, y los Longbottom, que fueron torturados hasta la locura... todos luciendo en la fotografía felices para siempre, sin saber que estaban sentenciados...bueno, Moody lo podía encontrar interesante... él, Harry, lo encontraba perturbador... Harry subió de puntillas, pasando por las cabezas empotradas de los elfos domésticos, contento de estar solo de nuevo, pero cuando ya estaba cerca del primer descansillo oyó unos ruidos. Alguien estaba sollozando en el estudio. -¿Hola?-dijo Harry. No hubo respuesta pero los sollozos continuaron. Subió de dos en dos los escalones que le faltaban, cruzó el descansillo y abrió la puerta del estudio. Alguien se agachaba contra la pared oscura, la varita en su mano, su cuerpo entero sacudiéndose por los sollozos. Extendido sobre la vieja y sucia alfombra, en un parche de luz de luna, estaba, claramente muerto, Ron. El aire se desvaneció completamente de los pulmones de Harry; sintió como si cayera a través del piso; su cerebro se convirtió en frío hielo- Ron muerto, no, no podía ser Pero un momento, no podía ser – Ron estaba en el piso de abajo. -¿Señora Weasley?- musitó Harry con voz ronca.-R-r-riddikulus! –gimió ella, apuntando su varita temblorosa hacia el cuerpo de Ron. Crack. El cuerpo de Ron se convirtió en él de Bill, extendido boca arriba, con los ojos abiertos y vacíos. La señora Weasley sollozó más violentamente que antes. -R-r-riddikulus- gimió de nuevo. Crack. El cuerpo de Bill fue remplazado por el del señor Weasley, sus lentes caídos, un hilo de sangre corriéndole por la cara. -¡No!- sollozó la señora Weasley –¡No! Riddikulus! Riddikulus! RIDDIKULUS! Crack. Los gemelos muertos. Crack. Percy muerto. Crack. Harry muerto. -¡Señora Weasley, déjelo!- gritó Harry, mirando su propio cadáver en el piso. –Vamos por alguien más -¿Qué está pasando? Lupin acababa de entrar corriendo al cuarto, seguido de cerca por Sirius con Moody taconeando detrás de ellos. Lupin paseó su mirada de la señora Weasley al Harry muerto en el suelo y pareció entenderlo al instante. Sacando su propia varita, expresó, alto y claro: -Riddikulus! El cadáver de Harry se desvaneció. Una cosa plateada se elevó en el aire sobre la mancha que había dejado. Lupin sacudió su varita una vez más y la cosa se desvaneció en una ráfaga de humo. - Oh-Oh-Oh – tragó saliva la señora Weasley, y rompió en una tormenta de llanto, sus manos en la cara. -Molly- habló Lupin con ligereza, caminando hacia ella. –Molly, no... Un segundo más tarde, ella se estaba desahogando sobre el hombro de Lupin. -Molly, era sólo un boggart- dijo calmadamente, dándole palmadas en la cabeza –Sólo un estúpido boggart... -¡Los veo muertos todo el tiempo! - sollozó la señora Weasley sobre el hombro de Lupin. ¡Todo el t-t-tiempo! Yo-yo sueño con eso... Sirius estaba mirando el lugar de la alfombra donde el boggart, pretendiendo ser el cadáver de Harry, había estado acostado. Moody observaba a Harry, quien evitó su mirada. Tuvo la graciosa sensación de que el ojo mágico de Moody lo había seguido todo el camino desde la cocina. -No-no le digan a Arthur –estaba balbuciendo otra vez la señora Weasley, frotándose frenéticamente los ojos con sus puños –No-no- no quiero que sepa... fui tan tonta... Lupin le dio un pañuelo y ella se sonó la nariz. -Cuánto lo siento, Harry. ¿Qué pensarás de mí?- dijo con una sacudida.- No ser capaz de deshacerme de un boggart... -No sea tonta- la tranquilizó Harry tratando de sonreír. -Es simplemente que estoy t-t-tan preocupada- expresó ella, las lágrimas resbalándole por los ojos nublados. –La mitad de la fa-familia en la Orden, va a-a ser un milagro si todos salimos de ésta.... y P-Percy no nos habla....¿ qué si pasa una desgracia y nosotros n-n-nunca nos hubiéramos arreglado con él? ¿Y que pasará si Arthur es asesinado, quien cuidará a Ron y a Ginny? -Molly, ya es suficiente- declaró con firmeza Lupin. - Esto no es cómo la última vez. La Orden está mejor preparada, tenemos un buen comienzo, sabemos lo que Voldemort va a... La señora Weasley dio un pequeño chillido de miedo ante el sonido de ese nombre. -Oh, vamos Molly, ya es hora que te acostumbres a escuchar su nombre. Mira, no puedo prometerte que nadie va a salir herido, nadie puede prometer eso, pero estamos mucho mejor que lo que estuvimos la última vez. Tu no estabas en la Orden en ese momento, no puedes entenderlo. La última vez éramos veinte a uno con los mortífagos, y nos estaban matando uno por uno... Harry pensó en la fotografía de nuevo, en las caras felices de sus padres. Sabía que Moody seguía observándolo. -No te preocupes por Percy-intervino bruscamente Sirius.- Él volverá. Es sólo cuestión de tiempo antes que Voldemort salga a la luz. Una vez que lo haga, el Ministerio entero va a rogarnos perdón. Y no estoy seguro que vaya a disculparlos. - agregó amargamente. -¿Y quien crees que iba a cuidar a Ron y Ginny si Arthur muriera?- preguntó Lupin, sonriendo apenado. – ¿Qué crees que haríamos, dejarlos morir de hambre? La señora Weasley sonrió trémula. -Fui una tonta- murmuró nuevamente, frotándose los ojos. Pero Harry, cerrando la puerta de su cuarto tras él unos diez minutos mas tarde, no podía pensar que la señora Weasley era una tonta. Todavía podía ver a sus padres sonriéndole desde la andrajosa y vieja fotografía, ignorando que sus vidas, como las de muchos alrededor de ellos, estaban a punto de acabarse. La imagen del boggart, disfrazándose por turno de los cadáveres de cada miembro de la familia de la señora Weasley, seguía destellando ante sus ojos. Sin aviso, la cicatriz en su frente le ardió nuevamente con un agudo dolor y su estómago se revolvió horriblemente. -¡Para ya!- habló firmemente, frotándose la cicatriz mientras el dolor cedía. -El primer signo de locura, hablarle a tu propia cabeza. –dijo una voz socarrona desde el cuadro vacío de la pared. Harry lo ignoró. Se sentía más viejo de lo que se había sentido en su vida y le pareció extraordinario que hace apenas una hora hubiera estado preocupado por una tienda de bromas y por quien tenía una insignia de prefecto. prefecto.

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